13 de junio de 2016

El duro oficio de escribir

Cada día nos brinda la oportunidad de mejorar, de pulir nuestros defectos, lo cual no es sencillo. Sobre todo si son rasgos de nuestra personalidad que tenemos demasiado arraigados. Lo curioso del caso es que muchas veces el entorno te cambia, estar con alguien que te motiva y apoya hace sacar lo mejor de vos. Hay trabajos extremadamente rutinarios y aburridos, y muchas veces no podemos elegir el empleo que quisiéramos. Todo el tiempo veo gente con mucho talento, que se expresa muy bien y podría acceder a mayores oportunidades, encerrada en una oficina. Quizás por eso, es bueno que en tu tiempo libre puedas hacer algo que realmente te gusta, despojado de todo sesgo burocrático, nada de sellar o firmar papeles. Sentarse a escribir un cuento, una poesía, no es ilusorio: todos podemos hacerlo, la calidad del producto final es otra cuestión. 

Yo no estoy del todo seguro de la eficacia de los talleres literarios. Es buenísimo compartir con otro lo que van escribiendo, pero no dejar que esa persona influya decisivamente en tu estilo de escritura. Muchas veces, al igual que en la expresión oral, se nos pegan muletillas, ripios, frases hechas, que no enriquecen ese texto. Por otra parte, ni un profesor que haya ganado muchos premios puede censurar lo que escribimos, en todo caso lo que sí es válido es buscar la manera de decir la cosas de un modo diferente, más logrado. Los grandes escritores han sido autodidactas, se han nutrido de las obras de otros autores, y como los músicos, se han visto influenciados por uno u otro. Sin embargo, el hecho de ir a un taller implica una decisión, un compromiso por escribir mejor, y eso sí es muy valioso, del mismo modo que estar en contacto con gente que también escribe ficción. La literatura, es sí misma, es ficción. A veces se confunden los géneros discursivos, y una novela transcurre de un modo tal que parece un cuento más largo que lo normal. Todo es posible en el universo de la literatura. Y lo que más cuesta es buscar el "disparador", la inspiración, vencer los tabúes y sentarse a escribir. Vos decidirás luego si ese texto lo vas a difundir, o si quedará como recuerdo de tu propia producción. Los escritores pretensiosos buscan ganar premios todo el tiempo, y a mi modo de ver, los premios deben tomarse como un estímulo, como una forma de darse a conocer, no para tener un "Diploma de Honor" colgado de una pared. 

Cuando alguien nos lee un texto, nos está contando parte de su historia, de lo que surgió en su imaginación y se convirtió en una obra literaria. Y no debemos permitir que nadie nos desaliente en el intento por ser un escritor en potencia. Punto final.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...