5 de junio de 2016

La lucha eterna por el poder

La lucha por el poder se da en todos los órdenes. No sólo hay pueblos sometidos, hay personas sometidas. Gente que no es escuchada, que no puede alzar su voz. Y vivimos en una sociedad en la cual cada uno trata de refugiarse en sus afectos más cercanos para escapar a esta locura. Esta sinrazón en la que unos pocos se creen con derecho a decir qué se debe hacer, qué es lo correcto, o a imponer una religión. La realidad es que no todos tenemos las mismas aspiraciones, ni los mismos intereses, pero compartimos el deseo de ser tenidos en cuenta, de que alguien piense en nosotros. Cada uno desde su lugar, trabajamos para acceder a una vida que no es un lecho de rosas ni mucho menos, que presenta numerosos obstáculos, y que apenas nos da un "tiempito" para tomar unos mates o comer un asado. 

Quienes escriben desde un pedestal, porque trabajan para grandes medios de comunicación y demuestran una profunda ignorancia de lo que sucede en el Interior, son dignos de mi mayor rechazo. Porque son incapaces de dirigir su mirada hacia lo que sucede más allá de Buenos Aires, porque el federalismo que tanto se pregona no es tal, y se oculta alevosamente todo lo que no sea funcional a una ideología anacrónica y obtusa. Se acuerdan del Interior cuando hay una inundación o un desastre natural, caso contrario no existimos. Son pocos los diarios impresos que se hacen eco de las preocupaciones que aquejan al resto del país. La historia no se escribe solamente en la Casa de Gobierno o en los despachos de un Ministro. Se escribe en la calle, estando con la gente, preguntando cómo viven este vendaval, este cambio de paradigmas. No estoy tomando partido a favor o en contar de un político. Estoy diciendo que es momento de tomar el pulso de la sociedad, de salir de la mediocridad y la comodidad que significa publicar encuestas que son encargadas a consultoras privadas. Salgan ustedes a la calle, hablen con el resto de los vecinos, toménse un colectivo y viajen, o un tren, y entonces sí podremos decir que nos sentimos mínimamente escuchados o comprendidos, cuando alguien se ponga en nuestros zapatos. Punto final.

Dame aunque sea una mísera señal!

  Martes por la noche en la ciudad. La verdad es que no estaba del todo convencido acerca de escribir algo hoy. Pero si voy a esperar a deja...