Noche de martes, cansado pero feliz de haber podido cumplir con el trabajo diario. Por supuesto que esto no constituye un mérito, es parte de lo que uno ha decidido hacer en la vida para ganarse unos pesos. Hay cosas que cada vez me fastidian más, porque ya no tengo 20 años, ni la paciencia ni la forma de pensar de aquella época, entonces sin darte cuenta empezás a rezongar como un viejo gagá, aunque reconozco que muchas veces tengo razón. Me molesta que cuando vas a un negocio a comprar algo te atiendan de la peor manera, o no te den bola, como si vos fueras a mendigar. Pero claro, los comerciantes se quejan de la caída de las ventas, cuando del otro lado del mostrador hay una chica con cara de nada, a la que le pagan dos monedas, y que está jugando con el celular mientras vos esperás como un gil que alguien se digne en percatarse de tu presencia y en atenderte como corresponde. Hay ocasiones en que prefiero pagar un poco más pero recibir un trato como el que me merezco en condición de cliente. Porque en realidad, cuando vos comprás un producto estás pagando todo: el valor del mismo, el costo de los empleados, el alquiler del local...entonces, ¿por qué no reclamar un servicio en el cual los consumidores sean tratados y atendidos con consideración?
Otra cosa que me irrita es que, por la escasez de monedas, te den como vuelto un caramelo de porquería que vale 1 peso (o dos). No es que me indigne por ser rata o amarrete (estoy lejos de serlo), sino porque esa moneda es mía, y yo las voy juntando para cosas más necesarias, dentro de lo poco que valen en tiempos de creciente inflación. Pero, por lo menos, si juntás todo el vuelto en monedas que te pueden llegar a dar en una semana, te comprás un litro de leche, un paquete de galletitas, nada del otro mundo, y que sin embargo en mucho mejor que masticar un caramelo que te queda pegado en las muelas como si fuera una prótesis.
Yo trato de cuidar a mis clientes, que son mis anunciantes, y de brindarles un servicio acorde a lo que ellos necesiten. No todos los clientes son iguales, como tampoco lo es aquello que buscan al momento de hacer publicidad. Entonces, hay que adaptarse en función a cada comerciante, y en particular al rubro al cual se dedique. El buen trato hacia los anunciantes lo tengo porque se merecen mi respeto, y porque además son mis fuentes de recursos. Ojalá haya otros comercios que también lo entendieran así. Punto final.
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