24 de octubre de 2019

La ciudad que nunca aprendió a crecer

Cada vez que hay elecciones y nos toca votar, lo hacemos avalando o "castigando" al actual gobierno. Es la única manera que tenemos de manifestarnos. Y hay muchas cosas en juego, como las variables económicas, la corrupción, el clientelismo, la inseguridad...pero lo que suele prevalecer es el bolsillo. No vas a votar a aquel que te despojó de la plata que ganabas antes. Yo ya tengo varias elecciones encima y estoy cansado de los discursos mesiánicos de algunos candidatos. Me parece difícil de creer que todo lo que no hicieron en casi cuatro años, lo vayan a hacer después. También me resulta obscena la ambición de poder de la oposición, que por poco no toma por asalto la Casa Rosada para demostrar que ellos ya están sentados en el trono. Son tiempos de aguas turbulentas, y en los días previos a los comicios quienes más trabajan son los punteros, movilizando gente, comprando voluntades...siempre ha sido así. Y eso no va a cambiar hasta que se implemente el voto electrónico, aunque digan que se puede hackear o lo que fuere. Con más de 35 años de democracia, habrá que volver a empezar de cero. Las nuevas autoridades políticas deberán tender puentes para lograr consensos, acuerdos, y que de una vez se termine la grieta que crispa a la sociedad. Porque la grieta, es un síntoma de irracionalidad, de no comprender que el que piensa distinto no es tu enemigo.

La campaña que estamos viviendo en Lobos es una de las más sucias de los últimos años. Sobran los motivos y todos los conocemos. Y todos NOS conocemos. Todo vale con tal de conseguir un voto. Yo pienso en el día después, el 28 de octubre. ¿Con qué escenario nos encontraremos? ¿El dólar llegará a $ 100 para diciembre, como prevén la mayoría de los analistas? No es casualidad que haya tanta gente haciendo colas en las "cuevas" en busca  del codiciado billete. 

A veces, es necesario tropezar no sólo una, sino infinitas veces con la misma piedra para corregir los errores y para mejorar. Vivimos en una ciudad chica, en la cual la gente se entretiene hablando mal de los demás o sembrando rumores sobre hechos inexistentes. Lo que se conoce comúnmente como chusmerío. No sé cómo será la situación en otros pueblos chicos, pero no creo que cambie demasiado. Quienes vivimos en Lobos desde siempre debemos aceptar que esto es así, que estamos expuestos a la calumnia, a la difamación, a la falsedad. Es más fácil hacer conjeturas y formarse prejuicios sobre una persona que tomarse el trabajo de conocerla. Por supuesto, esto no significa que no suceda en las grandes urbes. En Capital, si no estás atento, siempre va a haber alguien dispuesto a cagarte o a pasarte por arriba. Claro, es difícil mirarse el ombligo y hablar del lugar donde vive uno, porque hay muchos afectos involucrados, lugares en los que crecimos, personas que valoramos. Pero resultaría absurdo negar que nos vamos contagiando de los peores vicios de las grandes metrópolis en lugar de mantener una identidad propia, que implica gestos solidarios, sentirnos más libres de decir lo que pensamos, y por sobre todas las cosas, participar más. Ser participativos en comisiones, Juntas de Fomento, espacios culturales, círculos literarios, o lo que fuere. En mi caso, debo admitir que he perdido el espíritu de participación y que me cuesta mucho involucrarme con un grupo de desconocidos aunque los fines sean nobles. El hecho de que nos invada la desconfianza y el recelo, que seamos cada vez más suspicaces, es una señal de que no estamos del todo bien como ciudadanos, ¿no les parece?

Las preguntas obvias también merecen ser respondidas

Con el paso del tiempo, vamos cambiando. Eso no es novedad, lo novedoso es cómo interpretamos ese proceso. El destino nos lleva a enfrentarn...