25 de octubre de 2020

Cuatro domingos y ninguna flor

La situación que vive el país es de tal gravedad, que bien podríamos afirmar que se trata de la peor crisis del siglo XXI. El equipo económico del Gobierno no encuentra la manera de controlar el apetito por el dólar, pero no sólo eso: en estos últimos 7 meses se perdieron 3 millones de puestos de trabajo, la pobreza alcanza el 40 %, no hay inversiones de ningún tipo, y tampoco dio resultado hasta ahora la cuarentena que se implementó. La nafta aumentó tres veces en los últimos meses, el precio de los alimentos se disparó aunque muchos no guarden relación con el dólar. Frutas y verduras, esenciales para una alimentación saludable, están carísimas. En Mar del Plata y otras ciudades balnearias, los operadores turísticos ya anunciaron que habrá un incremento del 30 % o más en el valor de los alquileres. Son unos HDP, casi se quedan si temporada por la pandemia, y ahora que sí pueden hacerlo, quieren "pelar" al visitante con cifras exorbitantes. 
Si vos me decís "2021 va a ser mejor", yo te preguntaría si es una expresión de deseo o si te basás en algún dato concreto. Por supuesto que todos confiamos en que un nuevo ciclo será distinto, aunque no haya motivos razonables. Pero esto se va a agudizar cada vez más, por el desconcierto que demuestra el Gobierno ante un escenario donde se creía que los mercados iban a ser amigos y solidarios. Son tan inoperantes e inútiles como todos los que estuvieron antes, porque recurren a las misma recetas que ya demostraron su fracaso. Tienen la suerte de que los sindicalistas pusieron "violín en bolsa" y no han hecho ningún paro o movilización. Claro está que cuando gobierna un peronista que posa con Moyano para las fotos, eso no suele ocurrir.   
Supongamos que vos tenés una casa que es propiedad de tus padres, desocupada, y te vas a vivir allí, porque querés tener tu propio espacio o las razones que fueren. Es cierto, te ahorrás el alquiler, pero tenés que pagar el Inmobiliario, luz, gas, agua, TV, Internet (esencial para mi laburo), tasas municipales... sin hablar de comer. No hay bolsillo que resista. Hacés números y ves que no te dan. Eso es lo que me pasó a mí todas las veces que intenté mudarme. 

La devaluación no se va a producir, sino que ya es un hecho. El billete de 5.000 tienen que ponerlo en circulación cuanto antes, nadie se va a escandalizar por reconocer que la plata no vale nada. Todos lo sabemos cuando hacemos las compras cotidianas. Lo más irónico es que desde que nací, hace 41 años, no conocí un solo momento de prosperidad en la Argentina. Parecía haberlo cada tanto, pero era el viento de cola que soplaba a favor, como el primer alfonsinismo y la falsa estabilidad del menemismo. Quizás los que hayan crecido en el primer gobierno de Yrigoyen y en el de Perón puedan decir algo distinto, si queda alguno vivo. Este neo-kirchnerismo que nos gobierna da la errónea impresión de ser más moderado, recordando aquella proclama de "volveremos mejores". No es así, volvieron con las mismas mañas y vicios de su fundador, ensanchando la grieta de una sociedad empobrecida. Y no me vengan a decir que esto es culpa de la pandemia, porque si estuviera otro, peronista o no, tendría que haber enfrentado los mismos problemas. Qué gratis es hablar, qué fácil es decir que CABA es "opulenta" cuando tenés un piso en Puerto Madero. Lo peor de todo es que están jugando con fuego y no se dan cuenta, porque el tiempo y la paciencia de la gente se agotan. Esto no se puede sostener indefinidamente, y no hablo sólo de la cuarentena, que ya demostró su ineficacia. No soy anticuarentena, ni antivacuna, anti nada. 

Pienso que la mejor manera de resolver esto es consiguiendo una mayor participación como actores sociales, que tampoco es desobediencia civil. Por lo general, votamos cada dos años y eso es todo. Que nos escuchen como pueblo aunque no quieran hacerlo. Todavía seguimos utilizando términos del siglo XIX como "oligarquía" o "burguesía", que quedan muy bien en los pseudointelectuales de turno. Hagan lo que tengan que hacer, pero déjense de joder, porque nadie nos va a rescatar del naufragio. Punto final.



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