18 de octubre de 2020

No es momento de proyectar, sino de decidir sobre la marcha

Los seres humanos tenemos una tendencia natural a proyectar, a hacer planes para un mediano o corto plazo. Lo que ha ocurrido este año, es que si vos te trazaste un anhelo o una meta antes de marzo, difícilmente lo hayas podido concretar, por la situación de todos conocemos. En lo personal, yo me había inscripto para un curso en el Centro de Formación Profesional, pero entre que no designaban al instructor y el panorama de la pandemia se iba complicando, quedó todo en la nada. Tampoco ninguna autoridad o directivo llamó por teléfono para decirme si la cursada se podía hacer de manera virtual, dado que me había anotado en la carrera de Diseño de Página Web.

Recapitulando, podríamos afirmar que estas expectativas no cumplidas vienen dando con frecuencia, lo he notado con muchas personas que estuve hablando en los últimos meses. A decir verdad,  ya no dan ganas (o al menos en mi caso), de proyectar nada, sobre todo cuando el momento presente está lleno de incertidumbre o problemas que hay que resolver sobre la marcha, por lo cual no hay indicios de que esto vaya a cambiar. Y si lo querés hacer, tiene que haber una base firme: nadie puede pensar en comprarse una casa si no tiene los ingresos suficientes o si les cuesta llegar a fin de mes. No podés jugar a la ruleta del casino si no tenés las fichas, digamos. Sin embargo, para no caer en el pesimismo y en la abulia, creemos en un futuro (impreciso, sin fijarnos plazos) donde podremos hacer determinadas cosas para revertir la realidad actual que nos fastidia y nos hastía. Lo imprevisible del presente hace que, paradójicamente, el futuro parezca menos incierto, porque nos aferramos a él.  Antes de acostarnos a dormir la mayoría de nosotros trazamos una reseña de lo que debemos hacer al día siguiente, y ese es el milagro de estar vivo. Creo mucho en ese refrán que dice: “Nadie se muere en la víspera”. Llegará el día, inexorablemente, pero hasta que eso no ocurra me mentalizo todos los días por dar lo mejor. Por supuesto, no siempre lo consigo, porque hay hechos o personas que me indignan y me hacer perder la paciencia. Todos los días tenemos que lidiar con diferentes grupos de estúpidos de toda calaña. No es que yo sea brillante, pero no presumo de algo que no soy, trato de no joder al prójimo, ni hago alarde de mis logros. Aunque a veces esto último es bueno para levantar la autoestima y el amor propio.

Por ello, debemos dejar que la vida nos sorprenda con noticias gratas en lo posible, pero no bajar la guardia. Trabajar a conciencia e ir estableciendo prioridades es una buena manera de que lo que está por venir no nos encuentre tan desprotegidos. Este 2020 ha sido una enorme frustración, no sólo para mí sino para el común de los argentinos. Dejando de lado la pandemia, no puedo decir qué hubiera sucedido, mi forma de pensar no hubiera cambiado demasiado, pero sí me quedaron varios eventos y actividades suspendidas. Por no mencionar la baja en la recaudación de avisos publicitarios, que es mi principal fuente de ingresos. Quizás todo esto ya lo he dicho antes, pero estoy haciendo una suerte de "racconto", una síntesis de cómo yo y muchos lobenses nos fuimos habituando a un modo de vivir que no es normal, por más que se hable de "nueva normalidad". Si la gente va de vacaciones, los contagios se multiplicarán, pese a que la actividad turística está en un punto muerto y muchos empresarios del rubro necesitan trabajar. No me imagino un verano con la playa repleta en Mar del Plata, por lo que estuve leyendo en varios medios, la Provincia está diseñando protocolos para tratar de regular el turismo interno. Una playa llena de veraneantes tiene el mismo riesgo de contagio que una noche en el boliche, no lo sé, porque éste es un lugar cerrado. No faltará mucho para ver cómo sigue esta historia. Punto final por ahora. 


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