5 de octubre de 2020

Luchemos para que nadie controle nuestra manera de pensar

La semana comenzó casi sin sobresaltos; como todos los días cumplo en publicar el informe de COVID en Lobos, pero no es una noticia en sí misma, porque no es una información que yo conseguí, como es el caso de una entrevista. Creo que, aunque haya habido distintas versiones, se están limitando los hisopados y ello hace que los casos positivos que se detectan sean menores. Lamentablemente, la política también está metida en la salud, y no lo digo sólo por estos comunicados que recibimos los medios. Hay mucho desprecio por la vida de parte de intendentes y funcionarios de varios municipios. Mar del Plata es un ejemplo de ello. Es la ciudad con mayor porcentaje de desocupación del país, y restando un par de meses para lo que sería el comienzo de la temporada turística, todo parece indicar que será imposible llevarla a cabo en un distrito que retrocedió a Fase 3 y que cada vez aparece más complicado económicamente. Por este motivo, ha crecido la demanda para construir o instalar piletas entre familias que cuentan con algo de dinero para hacerlo y que se prevén que las "vacaciones" las pasarán en casa. O en su defecto, hay muchas consultas para alquilar quintas por día o por fin de semana, una tendencia que se viene afianzando en los últimos años pero que a la luz de los hechos, probablemente registre un incremento importante. 

Estoy convencido de que debemos "soltar" todas la emociones negativas que fuimos acumulando en los últimos meses para dar paso a un equipaje más liviano. Vivir no es una carga: en un privilegio, casi un regalo, en un mundo donde predomina la sordidez y la muerte. Aceptar una situación no implica rendirse o claudicar. Por ejemplo, aceptar que debo usar barbijo o encerrarme en casa de ser necesario, no va en contra de los principios de nadie, es una medida sanitaria, que cuando llegue el verano se hará más arduo de sostener. Entonces vos ves por la tele que el Presidente de EE. UU. tiene COVID, que los médicos le inyectaron un cóctel de drogas, y que están acelerando su recuperación lo más pronto posible porque el tipo está en campaña para la reelección. De más está decir que sus asesores y funcionarios también se contagiaron, pero no son protagonistas de esta historia, deberán arreglárselas solos porque a la mayoría de los lectores no les interesa que se recuperen o no. En todos los actos proselitistas, Trump tenía la actitud desafiante de no promover el distanciamiento social ni tampoco de usar tapabocas, se creía inmune a todo. Es la segunda vez (en tiempos recientes) que un Presidente yanqui debe ser hospitalizado; la anterior había sido en 1981 cuando a Reagan lo cagaron a balazos en un intento de asesinato, con tanta buena suerte que zafó. 

La naturaleza del ser humano es imposible de controlar, ni siquiera pueden hacerlo la CIA, la NSA, y todos los organismos de inteligencia existentes que nos monitorean segundo a segundo y controlan nuestros datos. Las redes sociales, que se muestran amigables, recopilan datos de los usuarios y los venden a las empresas que de esa manera conocen tus preferencias políticas, tus gustos musicales o de cualquier índole. Por supuesto, esto no es nuevo. Pero el carácter invasivo de estas plataformas ha ido aumentando. Ya nadie se sorprende cuando usa el buscador de Google y a los pocos minutos le aparece en el celular una noticia relacionada sobre el producto o la persona que estaba buscando. 

A veces cuesta expresar una idea sin ofender a nadie. Por eso, a menudo, uno se "autocensura". De hecho, hay cosas que me gustaría decir para agitar un poco las aguas. Si hay que confrontar por algo que merece la pena, lo hago.

Tengo mis convicciones y trato de defenderlas, pero no tengo ganas de perder tiempo en una discusión en la cual mi interlocutor se considera el dueño de la verdad. Mis opiniones sobre este Gobierno podrán irritar a algunos, pero francamente no puedo evitar indignarme cuando percibo cómo vamos perdiendo la capacidad de reacción y nos acostumbramos a que el caos sea lo normal, a que la ilegalidad se convierta en un modo de vivir, y tantos otros incisos que sería largo mencionar.

Voy y vengo por distintos temas: Lo mejor es fijar nuestra atención en lo perdurable, en aquello que resiste el paso del tiempo. Hay cosas que envejecen sabiamente, del mismo modo que algunas personas. Los años les sientan bien, y no se produce esa desagradable sensación de estar contemplando a un testimonio de otra época. El libro lleva cientos de años en la civilización humana y todo parece indicar que seguirá existiendo a pesar de los nuevos formatos que se han creado para la lectura de textos. Y aunque la comparación no sea del todo certera, hay personas que resisten la mortalidad inherente a la condición humana. Perduran más allá de la finitud propia de los seres vivos, porque hay un legado, un recuerdo y una expresión de gratitud. No hace falta ser un prócer para acceder a esa transcendencia, que quizás a muchos poco les importa porque no estarán en este mundo para recibir elogios y homenajes. Punto final.


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