Pensar en la "Segunda Ola" de Covid es bastante frustrante, en principio porque todos teníamos la expectativa de que este año fuera mejor. En la medida que haya mayores vacunas disponibles y que no se utilicen con fines políticos, inmunizar a la población parece ser la única alternativa. Puede haber un nuevo confinamiento y más restricciones, pero no creo que sean de la magnitud de un año atrás. Hay cosas como el barbijo y el uso de alcohol que ya están incorporadas, y habrá que convivir con ellas durante largo tiempo. La verdad es que todos nos relajamos un poco, yo también lo hice, porque quería recuperar parte de lo que era mi vida antes de 2020. Es cierto que el Decreto original me exceptuaba y me permitía libre circulación por ser personal de prensa (así siegue siendo hasta ahora). Básicamente ese "permiso" lo utilicé para continuar trabajando, mientras mi economía se caía a pedazos porque no le podía cobrar a nadie. Para mediados de 2020 se comenzaron a otorgar habilitaciones, y la situación mejoró bastante para la mayoría de los rubros comerciales. Por eso es que, habiendo transitado ya un camino difícil, me preocupa la idea de tener que volver a dar "marcha atrás". Es como cuando tu ex novia te pide que vuelvas con ella a recomponer la relación y vos no querés saber nada porque no va a terminar bien.
Pero no hay que adelantarse a los hechos. La cifras de contagios volvieron a subir de un modo notable, pero creo que si hoy por hoy se dictara una nueva cuarentena estricta, la gente se rebelaría y no la acataría, porque no se puede permanecer un tiempo indefinido sin laburar. El escenario no es alentador en absoluto, por eso considero positivo que se llegue a un acuerdo para que no haya PASO este año, que es un gasto inútil y que propicia las aglomeraciones. Algunos gremios están presionando para no continuar con las clases presenciales, y es una locura el sólo hecho de imaginarse a los chicos, que recién se estar pudiendo vincular otra vez, verlos nuevamente en casa con la pantalla del celular.
En estos tiempos donde todo se ha vuelto tan rápido y fugaz,
donde predominan los 200 y pico de caracteres de Twitter, parece que la lectura debe ser
lo más breve posible. Esta pandemia hizo que muchos lectores se reencontraran con el libro en papel. También se ve que, por la caída de ventas, los diarios impresos como Clarín o La Nación. Un ejemplar promedio, que no sea un domingo, no supera las 50 páginas. En resumen: muchas fotos, poco texto. Lo que también me parece una
estafa para el lector es que las páginas que están destinadas a publicidad no
las compensen con otras que contengan información. Antes yo solía comprar la
revista Rolling Stone, pero en un momento dado me encontré viendo más
publicidades de jeans y cigarrillos que críticas de discos, por ejemplo. La revistas de ese tipo van camino a desparecer. Hoy
vemos que hay hechos denominados "de seguimiento" como sucedió con la niña que había desaparecido de su hogar porque se la llevó un cartonero, y otros
que solamente fueron noticia un día y pasaron rápidamente al olvido. Cuando uno está en un bar leyendo el diario se concentra más, se
olvida del entorno, del bullicio, del ruido de las mesas vecinas, del televisor
encendido. En el hogar se hace más difícil encontrar un momento tranquilo para
dedicar a hojear las páginas.
La pandemia también cambió el modo de la gente de informarse y eso nos sorprendió a los propios periodistas, tratando de surfear en una delgada línea para no alarmar a la población con datos que ya de por sí eran muy duros de digerir, buscando darle otro tono a las noticias para que leerlas no se convirtiera en una experiencia que generara malhumor y hartazgo. Pero, al menos en mi caso, nunca se ocultaron esos datos, sino que se cambió la forma de analizar la realidad conforme a las demandas de una sociedad muy descontenta y radicalizada. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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