16 de octubre de 2022

No leas esto, a menos que...

 La música popular (o “pop”, digamos), es la que escuchamos la mayor parte del día. Quedan excluidas la música clásica y la sacra, o religiosa. Y ese terreno dominante se lo ganó hace más de 50 años, desde que comenzó a ser difundida por las radios porque era la única manera de vender los discos, de darles difusión. La música y la lectura son las dos actividades que ocupan el tiempo que tengo libre cada día. Quizás no te lea un libro completo, pero puedo leerte un artículo completo de Wikipedia en inglés sobre el Imperio Romano. Casi todas las veces que consulto Wikipedia lo hago en inglés porque me permite continuar ejercitándome en el idioma al cual le dediqué 6 años de estudio. Seguramente el punto más flojo que tengo sea la fluidez al hablar, pero aquí en Lobos es casi imposible encontrar angloparlantes nativos. 

Excepto esos muchachos de una congregación religiosa que parecen muñequitos de torta por la pulcritud en el vestir, y que provienen del estado de Utah. Son mormones, que es considerada una religión para buena parte de la sociedad, aunque algunos piensen que son una secta. Como yo nunca les di lugar porque no me interesa el planteo que tienen, perderé la oportunidad de conversar en inglés. En realidad, cuando hablé de “planteo” me expresé mal. Corresponde decir que sus creencias incluyen un gran número de restricciones a la vida que cualquiera lleva hoy por hoy, y yo no creo estar haciendo nada malo. En lugar de considerarme un pecador, deberían motivarme de alguna manera si quieren ganar mi favoritismo. Francamente, son infumables, disculpen si ofendo a alguien. Sólo aceptan hablar en su idioma de origen para congraciarse, pero vienen aquí para sumar adeptos, o convencerte de lo que ellos creen. O persuadirte, mejor dicho. Quieren que vos creas en lo que ellos creen. Bueno, lo mismo hacen los políticos. 

Pero me estoy yendo de tema. Comencé hablando de la música y esta gente no tiene nada que ver con eso. Ahora, si me hablás que Pink Floyd, no cabe duda de que son talentosos, pero ya no tengo tiempo ni ganas de escuchar una "suite" de 15 minutos. Y "Dark Side of The Moon", por otra parte, no es su mejor disco. Es el más vendido. 

Hay artistas muy buenos que tienen reconocimiento nulo y que probablemente jamás conoceré. Y están los que suenan en la radio, un universo muy acotado. Dentro de ese recorte, encontrás tipos que obviamente buscan ganar guita pero lo hacen de un modo decente. Después tenés a los otros, los oportunistas, que siguen la moda y que se extiguirán tan pronto con ésta desaparezca. No sé, te pueden gustar o no los Beatles, pero no concederles mérito, es casi inaceptable. Los Rolling Stones son chicos de jardín de infantes comparados con ellos.

Cambio el switch: La realidad nos abruma y nos agobia con más frecuencia que lo habitual. Creemos que sólo aquello que vemos en los portales de noticias, o en la tele, es lo único que ocurre en el lapso de un día. O, mejor dicho, se trata de un "recorte" de lo real que hacen los grandes medios en función de distintos intereses. Hay muchísimos portales de Internet que brindan información más relevante y esclarecedora que un noticiero de tevé a las cinco de la tarde. Es cuestión de buscar, y de no quedarse en una actitud pasiva. No somos niños o bebés como para que nos den todo "masticado". 

Como periodista, tengo el compromiso cotidiano de brindar toda la información disponible, y no tergiversar los hechos, porque eso significaría inducir a los lectores para que piensen según lo que a mí teóricamente me favorece (y ahí sí tiene que ver con lo anterior). Más allá de la carga de subjetividad que cada uno tenga, el que termina formándose un juicio de valor sobre ese hecho que es informado, siempre es el lector. Lo que nunca me gustó, que la sociedad deposite una carga bastante pesada sobre la prensa, al exigirnos que investiguemos, que chequeemos un determinado dato, porque yo no le digo a nadie cómo tiene que hacer su laburo, por lo tanto no me gusta que se metan con el mío. No es tan difícil de entender, me parece.

 La mayoría de nosotros, en algún momento del día, nos quejamos de algo o de alguien, ya sea porque no nos salió bien, o porque lo consideramos una injusticia, como que nos brinden un trato que –creemos- no nos merecemos. Una cosa es reclamar, que ya de por sí es tedioso, y otra quejarse. Yo hago ambas cosas casi sin percatarme, al igual que muchos de ustedes. Y a medida que te vas haciendo viejo, más motivos encontrás para quejarte.

El meollo del asunto es que, si hacemos esto con gente cercana como amigos o familiares, nadie quiere escuchar –a largo plazo- a alguien que expone ese tipo de planteos todo el tiempo. Sólo lo hacen los psicólogos, porque les estás pagando y porque tienen una formación profesional que, si dan en la tecla, te permite canalizar ese malhumor en una dirección distinta. Esto lo estoy diciendo ahora porque estoy tranquilo y puedo razonar mejor, pero si tengo un mal día, me vuelvo irritable. Cuando es al revés, es decir, que alguien se queja excesivamente conmigo, es una sensación similar a mirarme al espejo. Ese sujeto rompebolas soy yo, en la piel de otro.

Reitero: Por supuesto que muchas veces me quejo por cosas que, en retrospectiva, son boludeces. Eso no es bueno, porque es una forma de inyectarse veneno uno mismo. Es un rasgo de mi personalidad que quizás, algún día, consiga atenuar un poco. Las noticias que veo por TV a menudo ya ni siquiera me ponen mal, tal vez porque a esta altura de los acontecimientos nos hemos acostumbrado a todo, y en cierta forma, hemos perdido la capacidad de asombro. Bueno, eso puede que sea peligroso. Pero nos pasa: Todo nos da lo mismo.

Tanto los diarios como los noticieros muestran lo peor de la sociedad, y si son hechos reales es legítimo que lo hagan, pero ¿acaso nunca sucede nada bueno y sin sinsiblería barata? Hay argentinos que se la siguen jugando. Apuestan sus conocimientos y su prestigio profesional,  y continúan haciéndolo pese a las sucesivas crisis que nos toca atravesar. Y si te sirve de paliativo, pensá en la gente que la está pasando realmente mal. Eso no es consuelo, claro está. Pero también tenés al tipo que se fundió porque se la jugó apostando a un proyecto. Ese ejercicio mental hace que tus demandas o reclamos queden reducidos a meras nimiedades.

Hay mucha gente que hace grandes esfuerzos para estudiar y trabajar a la vez, personas de mediana edad que bien podrían estar sentados en el sofá rascándose y todavía tienen las ganas y la voluntad de cumplir el sueño de terminar una carrera. Si uno logra ser un poco más tolerante ante el sinsentido que debemos lidiar a diario, la cosa cambia. No es fácil para mí, se los aseguro, pero el resto de la sociedad no tiene la culpa de que a mí me moleste tal o cual cosa. Hay reglas elementales de convivencia, y cuando se transgrede ese límite, ya estamos hablando de otra cuestión, porque alguien está vulnerando nuestros derechos con el maltrato y la violencia, no importa de que género se trate. Pero eso ya constituye un tema que llevaría más espacio, y es posible que mi opinión, y mi propio yo, no sea el más indicado para explayarme en una nota como esta. Tampoco tengo respuestas para todo, al parecer para eso está Google. Nos estamos viendo pronto. Punto final.

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