8 de diciembre de 2022

Dame un poco de tranquilidad

 Estoy tratando de buscar un equilibrio a nivel profesional. Lo considero necesario y no es una aspiración nueva precisamente. Los medios "vendemos" información desde el primer momento en que la difundimos, es el paso inicial para comprender cómo hacer rentable un proyecto periodístico. 

De ninguna manera yo podría pasar un día sin hacer nada sólo porque no tengo noticias de interés para el lector, y a la jornada siguiente reivindicarme metiendo 4 notas "picantes" al hilo, como cachetada de loco. Si tenés un buen material y además te costó conseguirlo, hay que pasarlo por el exprimidor y sacarle el mayor jugo posible. Y por otra parte, siempre, todos los días, hay que publicar algo. Para eso es un diario digital, si no fuera así, habría que dedicarse a otra cosa o esperar a que pase algo. Lo que otros medios hagan corre por cuenta de ellos: Serán sus editores quienes (supuestamente) le otorgan esa impronta. Nadie trabaja para perder plata. Mientras haya un público que los siga, mantendrán misma línea editorial, se me ocurre pensar.

Sin embargo, puede que haya información urgente que por su carácter prioritario debe ser publicada de inmediato. Ahí sí entrás en la puja de competir para publicar antes que el resto, pero es conveniente verificar unos datos básicos para no alarmar a la audiencia en base a un rumor, por más verosímil que parezca. Y, por supuesto, también hay notas que, sin carecer de importancia, revisten un perfil más atemporal. Pueden permanecer un tiempo en el freezer, y eso te da margen para darles la forma que consideres oportuna. Cada uno tiene su propio criterio, pero un reportaje a un dirigente político o a una personalidad de cierto nivel, le brinda además la posibilidad de publicarlo completo o en dos partes, sobre todo si el entrevistado no se limitó a referirse a una cuestión en particular. 

A modo de reflexión del último mes del año, pensaba en lo siguiente: La grieta que existe en la sociedad llegó para quedarse, y el que venga tendría que asumir un compromiso de dialogar con todos, aunque sea una ingenuidad pensar que algo así pueda suceder. Dialogar no significa pactar o transar. No coincidir con un modo de entender la política no debe llevarnos nunca a distanciarnos de la gente que queremos, no me importa si son kirchneristas o macristas. Total, para los políticos los ciudadanos tenemos tan poco valor (somos un sobre con una boleta cada 2 años), que no merece la pena sentir recelo de alguien porque asumió una posición ideológica determinada. Pienso que debemos aprender a convivir evitando conflictos, no dejarnos llevar por la maldita "grieta" que nos viene separando desde hace décadas. Y uno de los graves problemas que tenemos hoy en día es la división y fragmentación de la sociedad. 

Si todos los que buscan "arreglar el país" desde una mesa de café lo hubieran logrado, el cementerio estaría lleno de próceres. ¿No es un poco obtuso insistir en debates que ya tuvieron fecha de vencimiento, y lo que es peor, nunca se zanjaron? Alemania superó el horro del nazismo. Sudáfrica y EE. UU. superaron el apartheid y la discriminación racial. Japón superó dos devastadoras bombas atómicas. Y acá, en ARG, seguimos en un espiral de pelotudeces que si nos detenemos a pensar, no deberían volverse diferencias irreconciliables. Lo que pasa es que, en los otros ejemplos que mencioné, no predomina la corrupción, el saqueo del Estado y la connivencia del Poder Judicial.

Sea como fuere, yo no tengo problemas en conversar y compartir un momento con un vecino que piensa distinto. Por lo general evito temas polémicos, pero en el supuesto de que no fuera así, el respetar las opiniones del otro no implica renunciar a las mías. Eso se llama tolerancia, y es lo que nos sigue faltando desde hace más de 50 años. Todos, en algún momento de la vida, necesitamos de alguien que nos dé un estímulo, que simplemente nos diga: "jugátela, dale para adelante, vos podés". No saben lo reconfortante que es encontrarse con gente que te motiva a progresar. Nos estamos viendo pronto. Punto final. 



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