(Actualización: Ganó la Selección y sigue en carrera)
Sábado 3. Estuve
varios días sin escribir una nota nueva por acá, y el motivo principal ha sido
que, cuando se me ocurría algo que más o menos merecía ser publicado, ya estaba a punto
de irme de dormir y me sentía demasiado cansado para hacerlo. También me ha pasado que, dentro del
mismo laburo, surgía algo que me parecía una buena idea para postear y andaba flotando por ahí, pero mi memoria ya
no es la de antes. Hace unos cuantos años, en idénticas circunstancias, no
hubiera dudado en salir de la cama para ponerme a darle forma a un texto.
Termino de almorzar, ordeno unas fotos que saqué para el diario, elijo las mejores, y la verdad es que no tengo demasiado interés en prolongar mi estado consciente,
porque anoche dormí poco y hay que reconocer que (a excepción del partido de
esta tarde) la TV no ofrece opciones que me inciten a posponer el reposo y
hacer una breve sobremesa siempre que haya unos minutos libres. Hubo un tiempo
que en casa teníamos DirecTV, pero el servicio era demasiado costoso y luego
comprendí que la programación en sí no era muy disímil a la de cualquier
abono de un cable común, sin tener en cuenta los canales premium. Lo peor que
te puede pasar es que se produzca un corte en la señal por una tormenta solar,
y que tengas la mala suerte de que tus canales preferidos hayan sido
bloqueados, sin aviso ni comunicación
alguna. Tengo un número muy limitado de canales que frecuento últimamente, me sé los números de memoria y salvo algunos días que ando ocupado en otras
cosas, en el lapso de unas horas, esas señales televisivas que había elegido
para mis ratos de ocio me proporcionaban el necesario equilibrio entre la
distensión y el deseo de aprender algo nuevo mediante la proyección de documentales que resulten amenos y estén bien hechos.
La palabra que define el siglo XXI es "streaming", y en consecuencia,
los contenidos digitales. La televisión abierta, los cinco canales clásicos, está claro que convirtió en una pedorrada total hecha con dos mangos, porque ya dejó de ser el negocio de
hace dos décadas, digamos.
Es una pena que los televidentes, oyentes, y
todo lo demás, seamos cautivos de los caprichos de las empresas, que ponen y
sacan conductores a su antojo del modo que ellos lo plantean, con la lógica del
rating. Nadie les está pidiendo que si hay que sacar a alguien de la grilla no
lo hagan, o que si un locutor de radio decide irse no procedan a separarlo del
medio. Pero lo menos que podrían hacer, es informar a los televidente que a
partir del día de la fecha, el Fulano de Tal dejará de pertencer a la empresa,
o que se ha decidido levantar el programa de Fulano porque se les cantó la
gana. Ni siquiera es necesaria una explicación más compleja, sólo que tengan la
cortesía de avisarme. ¿No sería mejor?
Las canciones
infantiles van perfeccionándose año tras año en el arte de subestimar a los
niños. Que no por niños, son estúpidos, y se ven obligados a repetir a coro una
melodía con letras repetitivas y que difícilmente puedan contribuir a enseñar
algo. La única persona que escribí canciones para los pequeños con algo de respeto, fue M. E. Walsh, no son tan viejo pero cuando era un infante esas canciones se difundían en las aulas de los jardines.
¿Por qué algunas especies de tortugas viven más que los humanos? ¿Qué
comen los elefantes? ¿Por qué está "mal" cazar animales salvajes?
Nada de esas preguntan que nacen de la mente de cualquier chico encuentran
respuesta a su curiosidad en un sistema educativo que no es responsabilidad
única de los docentes, pues éstos se limitan a cumplir con un programa que
establece determinados contenidos. Hay muchos alumnos que, sin llegar a ser
superdotados, cuentan con una capacidad superior al promedio, y es natural que
se sientan frustrados.
Si vos a los
pibes les planteás (como docente) que deban hacer un trabajo práctico sobre
Discovery o History Channel, lo más probable es que la recepeción que obtengas
sea más productiva, que consigan acceder al conocimiento dentro de un programa que no
dura más que 40 o 45 minutos y que se puede encontrar en DVD, en You Tube, o en
cualquier plataforma. Por eso, bien vale hablar de capacidades. De desarrollo cognitivo. De
madurez para afrontar situaciones adversas, para elevarse por encima de la
mediocridad general y posicionarse de otra forma ante la manada desorientada
que vive el "día a día". Los adultos del futuro deberán abrirse
camino ante eso. La escuela debe facilitar el acceso a la realidad, no es un
mero edificio (o artificio) con bancos, pizarrón, y afiches de colores. A
determinada edad, los estudiantes deben saber que lamentablemente existen la
maldad, la hipocresía y el engaño. De lo contrario, se darán la cabeza contra
una pared, en el supuesto de que sus padres tampoco tengan interés en
explicarles lo que les deparará la sociedad.
Por lo tanto, creo que el
desafío está en pensar en una sociedad mejor cuando la educación formal se
encuentra en crisis desde hace por lo menos dos décadas y se hacen cambios
cosméticos que no van de lleno a la raíz del problema, ni proponen una solución
de fondo. Así las cosas, cada vez que veamos a un chico de 16 ó 17 años (que ya
tiene edad para votar si lo desea), deberíamos pensar desde el Estado cómo va a
encontrar laburo en el mundo de los adultos, cuando les piden experiencia de la
cual carecen, o los someten a jornadas laborales desgastantes. Pensemos en lo
concreto: Cómo podrá mejorar su calidad de vida para hacer de nuestra aldea un humilde
pero fructífero semillero de nuevas generaciones. Creo que no hace falta ser un
pedagogo ni estudiar la soporífera bibliografía de Piaget a los fines
prácticos. Nos estamos viendo pronto, amigos. Punto final.
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