19 de diciembre de 2022

We are the champions

¿Cómo explicar lo inexplicable, ese sube y baja emocional a pura adrenalina en una ráfaga de 120 minutos?
Mirás la pantalla y ves a Messi levantando la Copa. Nos cuesta pensar que es real. Que Argentina es Campeón del Mundo. Que a todos los europeos que nos miraban con soberbia, les respondimos con nuestra mejor versión en el campo de juego. Hubo partidos muy picantes, pero los pingos se ven en la cancha, no en la tribuna o en la polémica altanera hacia el ocasional rival. 

Debo decir que no seguí ninguna "cábala" en particular, al menos que yo recuerde. Lo que sí hice fue ver todos los partidos en mi casa y con mi familia. Hasta mi viejo, que es medio antifútbol, se enganchó y le puso la mejor onda posible. Creo que todavía no caímos, es decir, no nos dimos cuenta de este logro: Sólo tomando distancia, en el devenir del tiempo, vamos a tener verdadera dimensión de lo que significa ser Campeones otra vez. Porque quizás vuelvan a pasar muchos años y no lo podamos conseguir. Pero ya está: Cortamos con el karma de 36 años de sequía, con pibes que nacieron viendo la última conquista en el Azteca por You Tube. La Generación Z, que le dicen. Ese es otro dato digno de tener en cuenta: Para los chicos de hoy, 90 minutos frente al televisor representa una eternidad, sin tener en cuenta el alargue o los penales. Crecieron con el celular casi incorporado al cuerpo, con las redes sociales, con el dominio absoluto de Internet. La mayoría no debe saber lo que es un diario en formato papel, de los pocos que quedan y que uno lee cuando va ocasionalmente a tomar un café. Y no es para culparlos o juzgarlos de nada, es simplemente una observación.

Pero no es relevante (hoy por hoy) hacer especulaciones sobre el largo período de decepciones de la albiceleste. Lo importante es festejar, y darnos cuenta de que podemos celebrar lo mismo, dejando de lado por un tiempo todas aquellas cosas que nos dividen.  Nadie puede dudar de la legitimidad del triunfo, menos aún suponer que hubo un favoritismo hacia la Selección, si tenemos en cuenta que el partido final podría haber dado como ganador a cualquiera de los dos equipos. La Selección, durante el transcurso del Mundial, tuvo muchos penales a su favor, pero eso tampoco es discutible. En otras épocas, hemos perdido partidos clave por penales en contra mal sancionados, y tuvimos que irnos masticando la bronca.
 
A todos nos gusta convertir goles en el contexto de una jugada, pero así se dieron las cosas. Teníamos mucha frustración acumulada, por eso este Mundial es apoteótico. No somos un país próspero, tenemos varias carencias, y las alegrías o satisfacciones están ligadas a lo deportivo. El propio Scaloni subrayó esto con gran coherencia. Son jugadores, no próceres ni patriotas. Pienso que también pasará en Brasil, un país más desigual aún que el nuestro y que aunque en términos económicos nos supera ampliamente, no por ello deja de ser pobre. 
Los hinchas brasileños tienen un sesgo marcadamente resultadista, para ellos perder un partido importante es casi una catástrofe nacional. Nosotros siempre jugamos para ganar, pero sabemos valorar un desempeño meritorio aunque tenga sabor amargo, como ya nos ha ocurrido. 

Estar inmerso en una multitud, siempre es movilizador. Porque esa marea humana te lleva hacia una dirección. Y así como la Plaza principal de Lobos ha sido escenario de protestas o marchas reclamando Justicia, en casi todo el Mundial estuvimos ahí. Estarán los más enfervorizados, y los más mesurados. Pero cada uno actúa según lo que considera que merece la pena reclamar o (en este caso) celebrar. Futbolísticamente, éramos nosotros contra el mundo, porque nadie quería que ganara este plantel, y les pasamos el trapo a todos. Eso es invalorable. Es tener templanza, huevos, o una serie de condiciones que superan lo estrictamente competitivo. Todos nos dimos manija casi involuntariamente ya desde el sábado, que fue casi una vigilia. Ni siquiera en 2014 vi algo parecido. Había que salir a ganar como sea, y eso sólo se entiende por el hambre de gloria que le incentivó a este equipo un DT de la jerarquía de Scaloni. 

No queda mucho para agregar que no se haya dicho antes, sólo me olvidé de mencionar que el hit de la hinchada, "Muchachos", desde el vamos me resultó francamente horrible, prefería aquel "Decime qué se siente" dedicado a los brazucas, pero así discurre la vida, con sus usos y costumbres: En constante cambio. Punto final. 


  

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