Jueves por la
noche en la ciudad. Todos estos días post-elecciones evité profundizar al
respecto o escribir sobre el tema, en parte porque no hay mucho para agregar, y
también pensando que aunque estamos en el medio de la transición, sólo
tendremos definiciones concretas a partir del 10 de diciembre.
En la recta final
de 2023, prevalecen todavía muchas incógnitas desde el plano institucional. Fuera de
eso, pasé unos días en los cuales no pude ir al gimnasio, y fue entonces cuando
me di cuenta de que realmente necesitaba compartir ese espacio, más allá del ejercicio
físico. Al priorizar mis compromisos laborales (como hago siempre), se dio esa
situación. No me daban los horarios, pero me pone bien saber que tengo un
laburo al que le pongo entusiasmo, que quizás no me otorga la remuneración que
yo querría, pero que me permite hacer frente a los gastos corrientes. Por eso,
después del 10/12 veremos si puedo seguir diciendo lo mismo.
Vamos al grano:
Más de uno, por caso, reconocerá que muchas veces le falta voluntad para
retomar una actividad que quedó trunca, y siempre encontraremos a disposición
un cúmulo de excusas para no dedicarnos a aquello que –en términos objetivos-
sabemos que nos despeja la cabeza: el calor, la lluvia, los compromisos
contraídos, las tareas pendientes. Pero, sea como fuere, es evidente que
podemos sentirnos mejor. Uno mismo se conoce lo suficiente como para saber cuál
es su cable a tierra. Llega un punto de tu vida en el cual ya no te interesan
las mismas cosas, y cultivar a desgano una rutina supuestamente recreativa
carece de sentido.
Mucha gente que
conozco emprende caminatas bien temprano, cuando el sol recién asoma: Lo han tomado como un hábito que cumplen a
rajatabla, sin dejarse llevar por ningún pretexto, y se van al Parque a las 6 o 7
de la mañana. Lo peor que te puede pasar en tener la sensación de tiempo
perdido, el cual obviamente no volverá. Es un buen motivo para reflexionar
acerca de las razones por las que no te ponés las pilas. O no te activás, como
suele decirse ahora.
Hay hechos
cotidianos que difícilmente vayan a modificarse, porque no dependen de nosotros
y exceden nuestra responsabilidad. Pero son las dos caras de la moneda: También
existen otras variables sobre las cuales sí podemos decidir. Por lo tanto, no
podés delegarlas para que los demás lo hagan por vos. Son instancias que
dejamos pasar por no querer comprometernos, por mirar para otro lado. Creo que
ése es el mensaje de mi post de hoy.
Por ejemplo, si
tuviera que analizar esta semana a título personal, no sé si fue buena o
provechosa. Habría que discernir qué fue lo que no se dio como uno esperaba.
También es cierto que tanto yo como cualquiera podría ser menos exigente,
porque es imposible que todo nos salga bien en un período equis.
El error está en
creer que postergar una decisión, te llevará a mejores resultados, lo que
psicológicamente se denomina procastinación. La vida no funciona así.
Básicamente, se actúa en función de la urgencia o la importancia que le
conferimos a lo que nos toca afrontar, y hay varias interpretaciones. Algunos
considerarán relevante lo que para otros es una estupidez. Sin embargo, hay
tópicos que en el común de los casos son valorados: La familia, los amigos, la
salud, el trabajo, y dejo para el final lo más importante, que es nuestro
futuro como Nación. Nos estaremos viendo pronto. Punto final.
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