17 de febrero de 2018

Trabajar tiene su precio, pero vale la pena zambullirse al mar


Hay varias claves que me motivan a ponerle pilas al periodismo, que es para lo que me capacité y estudié. En primer lugar, lo que mencioné antes: estoy haciendo algo que me gusta, que tiene momentos ingratos como toda profesión, pero que si la peleás en el "día a día", trae sus frutos. La gente no es estúpida, y el peor error es subestimarla. Si vos te esforzás en hacer un producto de calidad, será reconocido y valorado. Y si no es así, al menos te quedará la satisfacción de que hiciste lo mejor que pudiste. 

En segundo lugar, sé que dedicándome a esto no voy a obtener un rédito o ganancia importante. Lo supe desde el primer momento. Pero si yo me dejo llevar por la desazón y entro a claudicar, la cosa se pone peor aún. En realidad, vivo de mis lectores y de mis anunciantes. A cada uno de mis clientes les explico claramente los costos de las publicidades, la modalidad de pago, el servicio que se les brinda. Eso sí, usted, señor comerciante, me podrá cagar una vez, pero dos no. Si no paga, no solamente que jamás volverá a tener lugar en mi página aunque me ofrezca 100 mil dólares, sino que automáticamente se lo da de baja. En 15 años, sólo dos personas no cumplieron lo pactado. Y ya están en la lista negra (toco madera).

En tercer lugar, siempre rescato el cariño de la gente, especialmente en mi caso, si tenemos en cuenta que no soy popular, bello ni carismático. Si reuniera esas cualidades, dejaría de ser yo. Me considero sociable, en parte porque este trabajo te lleva a tratar con gente todo el tiempo. He pasado por unas cuantas peripecias, y seguramente habrá muchas más por venir, porque en este trabajo, uno aprende en todo momento. Es un error pensar en los lectores como una "masa", o  que no reaccionan ante lo que vos escribís. Cada cual reacciona diferente, y es absolutamente respetable. Quizás por eso, muchas veces insisto en aquello que es de interés público, un concepto engañoso al final de cuentas. Hay notas que publiqué sin esperar demasiada repercusión, y resulta que fueron un golazo. Y otras a las cuales dediqué mucho empeño, sin embargo pasaron casi desapercibidas para el común de la gente. La culpa no es del otro, ni es tuya, es simplemente que la nota no despertó interés. Nada más. La vida sigue, y uno publicará otro artículo buscando captar la atención pública. Y debo reconocer que hay secretos de la profesión que no se los diré a nadie, pero no por esa tontería de "avivar giles", como se dice vulgarmente. Son secretos que se basan en lo que yo aprendí y viví, en charlas íntimas, café de por medio, donde alguien te explica como es la verdad de la milanesa. Lo cual, por cierto, te puede llevar toda la vida llegar a conocer. Punto final. 

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...