4 de julio de 2020

Ni hay proyectos, ni "Plan B"

La industria editorial suele ser muy injusta con escritores talentosos y creativos, que ven cómo sus manuscritos son sistemáticamente rechazados. Se apuesta a lo seguro, obviamente, o a lo que se considera que tiene pasta de best-seller. Es un negocio más. La mayoría de los escritores deben pagar el costo de los ejemplares de sus primeras obras, ya que no están en condiciones de acceder a firmar un contrato.

Y en líneas generales, es así con todo. Necesitás un contacto, alguien que te permita llegar a pegar ese gran salto, si es que realmente deseás hacerlo. Porque probablemente, si lo lográs vas a tener que resignar ciertas libertades que te permite tu condición de artista "self-manangement". 

Mientras redactaba estas líneas, pensaba en que hoy casi ni salí a la calle, no encontré motivos justificados para hacerlo, y estoy sufriendo el frío como cualquiera de ustedes, de manera que aproveché para ir poniéndome al día con la lectura, evitando dormir siesta para que el día me rinda más. Hay libros que dudo que vaya a teminar, no por falta de tiempo, sino porque son una bazofia que tuve la mala idea de comprar en algún momento. Lo mismo pasa con los discos, aunque tengo a mi favor que nunca perseguí ninguna moda o tendencia. Fui comprando de acuerdo con mi gusto personal, que luego va cambiando con los años, como la vida misma. En este interín me cebo unos mates, agarro viaje y emprendo lo que tenía que hacer nuevamente. Como escribir en este humilde rincón del ciberespacio. Estamos tan agobiados por las redes sociales, que bien sirve tomarse unos  minutos para reflexionar acerca de lo que nos pasa como sociedad. Y ojo, porque esto viene desde antes de la cuarentena. Es un fracaso endémico que ha atravesado a generaciones enteras que se imaginaron "un proyecto de país" y no pudieron concretarlo, o bien lo hicieron pero eso nos llevó al desastre. Y ahora? Pues bien, no hay proyecto, ni plan, no hay nada. Está todo en stand by. Estoy esperando a Fernández para que me llene la heladera como prometió. También lo esperé a Macri con la Pobreza Cero. Lo esperé a Menem con la revolución productiva y el salariazo. Ven, ahí nos damos cuenta de que 30 años de historia, como mínimo, han sido de marchas y contramarchas, de disputas estériles, de mentes enfermas por la codicia y la ambición. 


Seguramente estoy pecando de ingenuo, pero sería bueno que aprendiéramos a ejercitar el debate en lo cotidiano, como era habitual a mediados de los '80, cuando se discutía de política en las calles y se lo hacía con auténtica pasión y entusiasmo. Hoy imaginar un escenario similar es una utopía. Me quedé pensado en la visita proselitista que hizo en 2011 de Francisco De Narváez, y en lo superficial que es el discurso político actual. El tipo desapareció de la arena política y ya a nadie le importan sus opiniones.  Tanto el oficialista como el opositor, trasuntan sobre las mismas cuestiones con sorprendentes limitaciones. Y obviamente, los dirigentes no son estúpidos. Quiero decir, que si el debate se da en niveles tan bajos y mezquinos es porque resulta lo que a ellos más les conviene. ¿Para qué hablar del FMI y el default? ¿Para qué molestarse en pensar en un plan de viviendas que sea más abarcativo que el Procrear? Aquí siempre se mira a corto plazo, se resuelve sobre la marcha, y haciéndolo en esas condiciones no es sensato esperar buenos resultados. 

Cada uno que llega a la Presidencia, salvo algunas excepciones, busca saquear al Estado, "hacer caja", llevarse todo lo que pueda y repartir unas migajas al pueblo. Ni siquiera merece llamarse populismo, porque el populismo implica una definición más amplia que en este momento no viene al caso exponer. Todavía en la Argentina se sigue hablando de izquierda y derecha en términos ideológicos, en lugar de pensar e implementar políticas de Estado que nos saquen del pozo. Los ultranacionalistas son tan estúpidos como los del Partido Obrero. Es cuestión de entender que se necesita un equipo de personas formadas y capacitadas, que conozca bien el paño, y no un caudillo tipo Pancho Villa. Tengo 41 años y hago todo lo posible por no claudicar, y por continuar apostando al país, a la salud y a la educación pública, por citar dos casos que antaño nos posicionaron como faro del mundo. Si tenemos suerte, algún día nuestros hijos llegarán a posiciones de liderazgo o de otra índole, y con un poco de viento a favor podrán enmendar esta aquelarre. Punto final. 

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