Sábado por la mañana en la ciudad. Caminar la calle, o el mero hecho de que te traten mal o te forreen, te brinda experiencia. Porque sabés con qué personas podés contar, y quiénes no sirven para nada. Por supuesto que a nadie le gusta discutir o pasar un mal momento (menos aún si es a raíz de una boludez), pero de todo se aprende. Todo lo que acabo de exponer no me exime de que alguien me pueda cagar y/o defraudar, porque en todas partes hay lobos disfrazados de corderos. Pero yo creo en la fuerza de la vida, en darle para adelante, en no mirar atrás aunque cueste, en no vivir de la eterna nostalgia. La vida es eso, un viaje de ida, y cada minuto que pasás discutiendo con imbéciles es un minuto perdido. Entonces, ¿Para qué hacerlo? Me es difícil no renegar en una ciudad donde todos se creen que las saben todas. Los famosos opinólogos.
Pero como dije en otra oportunidad, nunca me iría de Lobos salvo que tenga una buena oferta de trabajo o algún motivo que lo justifique. Quiero que mis huesos descansen acá, y no lo digo por demagogia, sino porque es lo que creo. Lobos es una ciudad hermosa, aunque a veces da pena ver qué mal nos llevamos entre nosotros. Punto final.
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