15 de julio de 2017

Un país que no puede despegar

Antes, 30 o 50 años atrás, la sociedad vivía a un ritmo más pausado. No me refiero solamente a la actividad frenética del trabajo para poder subsistir. Hablo del resto: cuando uno se sentaba a la mesa a comer, lo hacía tranquilamente, ya fuera solo o con el resto de su familia, siempre había algún comentario sobre lo sucedido durante el día: el almuerzo y la cena se disfrutaban sin ningún apuro. Se veía televisión pero los comensales no estaban hipnotizados a la pantalla, excepto algún evento como el Mundial, cuando todos están con la tele o la radio siguiendo cada minuto y no anda un alma en la calle. No había celulares que nos manejan la vida y nos hacen estar pendientes de un mensaje, o de un video, embobados como si fuera un juguete nuevo. Por otra parte, estoy harto de que los políticos nos digan que estamos viviendo "tiempos difíciles", que el camino será largo y duro, que las estadísticas que indican un 30 % de pobreza surgen porque el INDEC se sinceró (como si ello fuera un paliativo), y tantas cosas más. Nos dicen como si fuéramos chicos del colegio, que tengamos paciencia, que las cosas van a mejorar, pero no encuentro mejora alguna, más allá de la buena voluntad de algunos que, vale la pena decirlo, hacen desde la función pública lo mejor que pueden. 

Alguien me dirá qué tiene que ver una cosa con otra. Entonces, cuando ves que estamos involucionando, desde un hecho tan cotidiano como sentarse a la mesa a comer, qué decir entonces de todo aquello que nos castiga a diario, que nos llena de rabia y de impotencia, porque nos sentimos estafados, defraudados (quizás no sea la palabra adecuada), y nos preguntamos qué pasó con el famoso slogan "Pobreza Cero", con el "segundo semestre" que nos traería una recuperación económica, con el intento de recortar las pensiones por discapacidad, entre otros desatinos. Si Macri aún tiene un sector de la sociedad que lo apoya, es por distintos motivos: por el contraste con la corrupción K, porque el peronismo está dividido y a veces no da pie con bola en su estrategia, porque hay medios de prensa que lo protegen, y porque hay gente que piensa en este modelo como la panacea, hasta las últimas consecuencias. Como sociedad democrática, todas las opiniones son válidas, y en ese sentido yo también me expreso desde una postura en la cual nunca asumí compromisos políticos con nadie. Siento que, contrariamente a lo que se cree, de los desacuerdos nacen los acuerdos. De pensar distinto, se nos puede caer alguna idea. Si todos tuviéramos la misma percepción de la realidad, habría un pensamiento hegemónico, y no estamos en una monarquía para agachar la cabeza ante nadie. Claro está que debemos aprender a expresarnos con respeto, de lo contrario no habría convivencia posible, y la famosa "grieta" se agudizaría aún más. Es una vergüenza que escrachen al Presidente un grupo de activistas. Si no estás de acuerdo, votá a otro partido, que es la única oportunidad que tenés para hacerte escuchar. Una vez cada dos años. En la campaña todo se ve desde un prisma diferente, pero cuando llegue el momento de contar los votos, veremos quién es el candidato (o los candidatos) que la gente eligió. Es muy fácil, no hay mucha vuelta que darle. Y hasta que no se implemente la boleta única y el voto electrónico, siempre va a a existir el fantasma del fraude y el clientelismo. Punto final.

Crónica de una sociedad en ataque de nervios

Comenzamos la semana. Ayer saltó la térmica y media casa permaneció a oscuras mientras intentaba escribir estas líneas. Así que tuve que int...