No hace falta ser muy perspicaz para darnos cuenta de que la forma de relacionarnos con nuestros seres queridos está cambiando drásticamente, desde que los celulares incorporaron aplicaciones muy populares como el omnipresente WhatsApp, hasta otras destinadas a encuentros casuales para tener sexo, como Tinder. Es curioso detenernos unos minutos y pensar como un "emoji" (esos íconos con el pulgar hacia arriba, por ejemplo, o caritas simpáticas que denotan enojo o aprobación) sustituye a la palabra escrita. En principio, nos resulta más rápido en el fragor de una conversación casual, insertar esos íconos antes de decir algo que requiera una explicación más elaborada. Se privilegia la inmediatez. Y es por ello que están cambiando las formas de vincularse en las relaciones de pareja: si un cónyuge sospecha de una infidelidad, lo primero que hace es revisar el celular del otro, por lo cual la mayoría toma la precaución de borrar todas las conversaciones o bien disponer de otro aparato para consumar el engaño.
Pero a su vez, se repiten hasta el cansancio publicaciones que terminan volviéndose "virales", no por el interés que puedan tener en sí mismas, sino por la misma repetición. El problema es que nadie chequea el contenido, y se puede llegar al punto de escrachar a una persona que está totalmente ajena a la cuestión, porque se lo acusa por WhatApp de abusador/a, golpeador/a, o lo que fuere. Es la vieja justicia por mano propia, sólo que ahora cuenta con la ayuda de lo virtual. Hay muchas fotos trucadas, o que son imposibles de probar su origen, que se multiplican porque se comparten desde el celular o las redes sociales. Mirar el celular todo el tiempo (si es que no esperás un llamado o algo urgente), puede llegar a ser patológico. En realidad, la pantalla no nos dice nada en sí misma, nos dice lo que nosotros compartimos y publicamos, o lo que recibimos de terceros. Antes tenías una duda sobre una película, o un actor, por citar un caso, y le preguntabas a alguien que conociera de cine. Ahora lo "googleás", y listo, te aparece la filmografía, las noticias si estuvo involucrado en algún escándalo, todo. Esto último -el rápido acceso a la información- no está mal, pero nos envuelve en cierta comodidad de saber que encontramos todo, y de todo.
Muchas veces, cuando voy a un bar y otra persona está leyendo el diario en papel, yo lo hago por el celular. Es un acto casi inconsciente, porque en lugar de esperar a que el otro cliente termine la lectura, buscamos el atajo más fácil. En poco tiempo, seguramente habrá que suscribirse y pagar para leer online diarios como Clarín o La Nación. De hecho, ya se está pidiendo registrarse para tener acceso a las noticias, lo cual si bien no es grave, nos demuestra que por todos los medios están buscando tus datos personales, ya sea para uso propio o para vendérselos a otros, y pocos días después encontrás tu casilla de mail llena de correo basura, promociones y publicidades que nunca pediste o solicitaste.
Es así la cosa, amigos: la comodidad de tener todo al alcance de la mano, tiene su precio, que es resignar tu privacidad. Punto final.
Blog de Lobos, ARG, desde hace 20 años en la Web.
8 de noviembre de 2017
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