Sábado por la mañana: me disponía a salir de mi casa cuando una ráfaga de viento helado me hizo volver sobre mis pasos. Efectivamente, el termómetro marcaba 14 grados, y a esta hora de la tarde que me encuentro escribiendo, andamos por los 17. Como era de esperar, tuve que volver a buscar algún abrigo, de esos que ya creía "archivados" hasta el año siguiente. Ahora que lo pienso bien, creo que el 31 de diciembre de 2016 hizo muchísimo frío, o quizás en la misma fecha de 2015, sólo recuerdo que con mi familia fuimos a cenar a un restaurant al aire libre y me congelé. En fin, un sábado que podría ser como cualquier otro, excepto porque es el cumpleaños de mi viejo, una de las personas que más quiero en la vida, y que se merece lo mejor. Un tipo sencillo, que se ganó el aprecio de muchos vecinos que luego fueron amigos, que nunca cobró de más por una reparación, que se mantuvo firme a sus principios (que pueden ser discutibles o no). Entonces lo veo, y siento la gratitud de que esté conmigo todo los días, en los momentos de angustia y en los de satisfacción. Nunca se borró.
Y aunque es cierto que en varias cuestiones pensamos distinto y ello trae consigo discusiones, muchas veces el tiempo le ha dado la razón a él, porque tiene los años y la experiencia que yo no tengo, y porque muchas cosas que yo he padecido les han tocado a él también. Cumple 67, y hoy por hoy disfruta de su jubilación y de su nieto (mi sobrino). No lo voy a elogiar acá porque no tiene sentido, sería demasiado subjetivo, sólo puedo decir que me ha dado sus consejos y su modo de entender al vida, aunque no esté totalmente de acuerdo. En realidad, como sostengo siempre, la vida y el tiempo se van encargando de poner a cada uno en su lugar, y esto es válido para cualquier persona con la cual debas compartir -ya sea por trabajo o lo que fuere- parte del devenir del reloj. Por la salud de cada uno de nosotros, en momentos complicados hay que mantener la calma lo más posible, para tomar una decisión. Asimismo, las cosas hechas a las apuradas o sin ganas, terminan saliendo mal.
Me despido de un modo simple: Feliz cumple, viejo. Y por muchos más. Punto final.
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