15 de noviembre de 2017

Charla de café en una tarde lluviosa

Miércoles por la noche en la ciudad. Esta tarde, con un amigo nos disponíamos a dar una caminata por la Plaza Tucumán (de hecho alcanzamos a dar una vuelta), cuando nos sorprendió la lluvia. Poco me importaba, tenía una campera puesta y la frondosa arboleda ataja bastante el agua. Pero mi amigo se llevaba la peor parte, tenía sólo una remera, de modo que nos "refugiamos" en el tinglado de una casa cercana a esperar que el chaparrón amainara. Después, fuimos a un bar a tomar algo. En realidad, fue sólo eso, una aguacero, nada de tormentas eléctricas o que se le parezca, al menos al momento de escribir estas líneas. Vino bien para que bajara la temperatura, pero no fue mucho más que eso. Esta lluvia era largamente esperada, luegos de varios días de intenso calor, que es propio de esta época del año. Una estafa meteorológica.

La cuestión es que la charla de café estuvo buena, pese a que el objetivo inicial era caminar, algo que no me viene nada mal por mi sobrepeso. Hacía tiempo que no nos encontrábamos con el amigo que  mencioné, quien estaba agotado de la rutina diaria, de la manera que se comportan ciertas personas, y otras cuestiones que mejor no comentar. 

A todos nos suceden cosas desagradables o que nos fastidian, y hay un punto en que llegás al límite. Demasiados problemas te desbordan, o se acumulan en el lapso de una semana. Desde tener que ver a un médico, pasar por la obra social, esperar a que autoricen una orden de práctica, y miles de vericuetos relacionados con la salud, hasta otras razones que tienen más que ver con la economía. Me refiero a la economía doméstica: la plata que tenemos en el bolsillo y cómo administrarla para que dure todo el mes. Es cierto que mucha gente la está pasando peor que nosotros, en todo sentido, pero no es consuelo, como bien reza el dicho. Pero sí es útil este razonamiento, para no quejarte por boludeces, y darle a cada cosa su real dimensión, indagando en vos mismo como si fueras "juez y parte". Preguntas que nos hacemos la mayoría: "¿Vale realmente la pena preocuparse por esto? ¿Qué puedo hacer para resolverlo? ¿Es motivo suficiente para arruinarme el día?". Esta última es clave, no permitir que lo que pueda pasarte se convierta en una pesada mochila que cargar. Punto final.

Siempre hay una buena excusa

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