Viernes por la noche en la ciudad. Buen momento para sentarse a preparar mis herramientas de trabajo (cámara y grabador), y buscar material que resulte de interés para publicar. Ahora que lo pienso bien, hace como dos meses que no me detengo a ver televisión por un lapso de más de 10 minutos, y no lo digo por hacerme el intelectual: las noticias nacionales invariablemente se repiten, se replican, y busco los diarios por Internet para informarme. La TV abierta no escapa a la crisis: el mercado de televisión por cable en la Argentina es uno de los más grandes del Mercosur, apareció Netflix hace algunos años, y la gente optó por ver películas o documentales. De los cinco canales de aire, no hacés uno: conductores que se quieren pasar de vivos haciéndose los graciosos, la eterna farándula argentina que le dá de comer a los programas de chimentos, y si bien es cierto que de vez en cuando aparece alguna entrevista bien hecha, no hay lugar para mucho más.
Canal 7 (o la TV Pública, como se llama ahora), ha recuperado algo del esplendor perdido, con una oferta bastante variada, ciclos de investigación, proyección de películas viejas pero que no pierden vigencia, y un tono bastante neutro en el espacio informativo, teniendo en cuenta que hablamos de un canal que durante años fue objeto de botín de guerra del gobierno de turno. Como dije en otras oportunidades, el Telediario de la TVE (Televisión Española) es lo más parecido a un noticiero neutro. Se informa lo que pasó y punto. Nada de buscar conmover o manipular al espectador con golpes bajos o "historias de vida".
La radio AM sigue siendo la preferida de los argentinos, la que se escucha en la mayoría de los taxis de Buenos Aires, y que -en líneas generales- tiene más alcance de señal que la FM. Voy haciendo zapping entre Continental, Mitre, algo de Radio 10, y para escuchar algo diferente (aunque no esté de acuerdo con lo que se diga allí), la 750, emisora abiertamente kirchnerista y que no disimula en absoluto hacia qué público está dirigida. Y no es casual encontrar, perdido en en dial, un programa pagado por algún pastor evangélico, o por un par de chantas que aseguran tener poderes sobrenaturales para sanar la depresión, la angustia, la falta de trabajo, la envidia, y quién sabe cuántas cosas más.
Lo que tiene la radio, es que como escucho más durante la noche, el tono monocorde y sin estridencias te va preparando para el sueño, te vas adormeciendo sin que estés registrando lo que es la transmisión en sí. Buena propuesta para un relax económico y que, de yapa, te ayuda a conciliar el sueño. Punto final.
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