4 de noviembre de 2019

Primer lunes de noviembre de 2019


Lunes por la tarde en la ciudad. El pronóstico anuncia lluvias, sin embargo mi aspiración es que eso ocurra cuando ya haya terminado de hacer todos los mandados y cobranzas del día. Mientras redactaba estas líneas se desató una breve tormenta, de 15 o 20 minutos, y luego el cielo comenzó a limpiarse. Hace varios días que teníamos alerta meteorológico por un fenómeno que pasó casi desapercibido. Por un lado me viene bien, ya que el último temporal que se produjo me rompió el paraguas y apenas tengo un impermeable para zafar cuando llueve. Hoy tuve bastante actividad, me dediqué a desgrabar varias notas pendientes del fin de semana para actualizar mi diario digital, y sumarle contenido. Me dijeron que la Lechonada en Carboni fue un evento muy bien recibido, sinceramente no tuve oportunidad de ir. Es positivo que se promueva el turismo en la zona rural de Lobos, ya que existen varios distritos cercanos que tienen fiestas gastronómicas que congregan muchos visitantes. Es momento de mostrar todo el potencial que tiene nuestra gente, porque hace falta que ingresen recursos a la alicaída economía que permanece en profunda debacle como herencia del gobierno macrista.
No creo que la asunción de Fernández resuelva todos los problemas del país, porque ni él ni nadie podrían revertir en un corto plazo el escenario actual sin implementar un paquete de medidas rápidas y efectivas. El comienzo debe ser la producción y el empleo. Garantizar que no se pierdan más puestos de trabajo y recomponer los salarios. De esta manera, el notorio desfasaje existente entre el salario real y el costo de vida podrá reducirse. El resultado, se me ocurre pensar, tendría que verse replicado en un mayor consumo, que la gente tenga plata para gastar no sólo en alimentarse, sino en comprarse ropa o lo que fuere. El problema es que venimos de muchos años de retroceso, y costará otros tantos retomar la senda del crecimiento. El kirchnerismo tuvo sus años de bonanza, digamos entre 2003 y 2007, pero luego comenzó a agudizarse la corrupción, el saqueo de la obra pública, y la inflación ya fue incontenible. Sería necio afirmar que Macri nos llevó a esta situación, cuando ya veníamos en el último tramo de CFK, de un panorama crítico, y cada cual buscaba “salvarse” para cuidar su pellejo.

En esta Argentina siglo XXI que no deja de sorprendernos, hay compatriotas que viven al margen de todo: sin electricidad, luz, gas, cloacas, teléfono, y obviamente sin Internet. Y no hay que alejarse demasiado de Buenos Aires para comprobarlo. La pregunta que uno suele hacerse, y que surge naturalmente cuando somos testigos directos de estos casos de extrema indigencia y precariedad, es: "¿Qué puedo hacer?" Probablemente, muy poco, excepto sentirnos culpables por tener todas las cosas de las cuales estas almas carecen. Y es así, porque casi sin darte cuenta empezás a pensar “de qué me quejo”, si este pobre tipo no tiene acceso a los servicios mínimos que le garanticen bienestar y calidad de vida. Y estoy acá, con cuatro paredes y un techo, haciendo filosofía barata en la Web, y hay gente que la pasa realmente mal, durmiendo en la calle, abrigándose con cartones o con mantas viejas y corroídas por la intemperie. Y cuando llega el verano, ven pasar a quienes se van de vacaciones a la Costa, o simplemente tienen la posibilidad de darse un chapuzón en una pileta pública, mientras ellos padecen el sol calcinante, los mosquitos, los días interminables, y esas horas que parecen ser eternas en las largas jornadas del estío. Nunca fui una persona de grandes gestos solidarios, ni se trata tampoco de sentir lástima por nadie, pero sí tengo el criterio suficiente para darme cuenta de que alguien debería hacer algo para que estos argentinos tengan sus necesidades básicas satisfechas, lo cual me supera y me excede totalmente. Porque el Estado es una agujero negro donde va a parar la guita que todos aportamos a la AFIP, con dietas altísimas de diputados, senadores, y ñoquis. Si estamos en una situación de emergencia, empecemos por plantear un ajuste serio que involucre a todos los sueldos políticos, y del poder judicial: para ellos, que cobran en seis cifras, la crisis nunca existió, porque siempre tuvieron la heladera llena y el hambre nunca golpeó a su puerta. Punto final.

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  Esta es la última nota que escribiré durante lo que resta de 2024, así que no abusaré de vuestra paciencia en la lectura.   En primer lu...