Es preocupante la situación de la salud pública, al menos en la Provincia de Buenos Aires, que es donde más conocimiento tengo. Faltan insumos y medicamentos esenciales, y cada vez hay más demanda de pacientes que no cuentan con una obra social y debe recurrir a un hospital público. Ni el más privilegiado está exento de ir al hospital, porque es al primer lugar donde te llevan si tenés un accidente. El Servicio de Guardia funciona bien, y la mayoría de los profesionales hacen lo mejor que pueden, pero como todo en la vida, hay médicos que honran la profesión y otros que dan vergüenza. Y uno se da cuenta porque no es la misma calidad de atención la que prestan en el Hospital local que la de sus consultorios particulares. Del mismo modo, muchos prefieren trabajar en clínicas privadas, que básicamente son empresas que facturan con las enfermedades ajenas. Hay que ser cuidadosos y prudentes al tocar un tema tan sensible, porque insisto en que hay médicos que dejan todo de sí para salvar vidas, tanto en Lobos como en todo el país. Pero no es suficiente con un par de ejemplos para ponerlos en una suerte de "cuadro de honor". Todo el personal debe ser consciente de dónde está trabajando, que no es un kiosco o una panadería donde atendés mal al cliente y el tipo no va más. Acá se pone en juego la salud de las personas, su supervivencia. Pero esto, justo es decirlo, no es nuevo: no es posible que los hospitales hayan experimentado un vaciamiento y un deterioro semejante en tan sólo 6 meses de nuevo Gobierno. Esto es fruto de la improvisación, de la falta de políticas de Estado, de la falta de controles sobre los horarios de ingreso y egreso del personal, de que no haya una supervisión para que así todos estemos seguros de que cada uno cumple bien con el trabajo.
Realmente es una pena lo que está sucediendo, porque si hay algo que nos destaca de otros países, es que aquí la atención médica y la educación son gratuitas. No me voy a meter a hablar de educación en este momento porque sería tema para hablar largo y tendido. No basta con que haya una campaña de vacunación masiva. Es importante, pero no suficiente. Lo peor de todo, es que nadie sabe cuánto tiempo demandará revertir este diagnóstico poco alentador. Y uno se pregunta adónde va a parar la guita, quién se queda con los vueltos, por qué no hay recursos para comprar remedios, para que los médicos puedan hacer horas extras, para que cada profesional se ponga la camiseta del Hospital, y tenga ese sentido de pertenencia que nunca debió perderse. Es, además, un modo de honrar la memoria que quienes nos antecedieron, de esos hombres y mujeres que tantos años dedicaron a atender pacientes en un hospital público, y que sentían legítimo orgullo de hacerlo, de contribuir a mejorar la calidad de vida de los vecinos. Ojalá las autoridades políticas y sanitarias logren sacar adelante a la salud pública, que es de todos. Punto final.
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