Lunes por la noche. Comenzó la semana nomás, se fue la humedad imperante durante el viernes y sábado pasado, y a pesar del frío salí a laburar, y a realizar las actividades cotidianas. Por suerte para mí, que vivo de esto, hoy hubo más información para volcar a los lectores, y mañana -exceptuando el acto por el Día de la Bandera- entraremos en un "punto muerto", hasta que se retome la actividad el miércoles. La eterna discusión sobre los feriados puente, si sirven o no para algo, ya la he expuesto en otras publicaciones, de manera que sería redundante.
Como cada domingo, ayer me dispuse a afrontar una nueva semana, que cada vez parece más corta, como nuestra percepción del tiempo. Fue un finde relatviamente tranquilo, y me fui a la cama con la premisa de hacer la mayor cantidad de notas posibles, dentro de lo que se considera de interés público. Aunque nunca se sabe, porque estamos muy cerca de las elecciones, y hacer entrevistas a los candidatos muchas veces no se traduce en una mayor cantidad de lectores. La gente está harta de la política. Se informa, pero hasta ahí nomás. Y realmente no los culpo, dado que algunos de nuestros dirigentes son impresentables. Muchas veces, porque dejamos o permitimos que lo sean. Creemos que con el voto se soluciona todo, y no es así. Cuando alguien detenta el poder, además del hecho de haber sido elegido para ello, incurre en un abuso. Me refiero a abuso de poder. En confundir Gobierno con Estado, un mal que arrastramos los argentinos desde hace años y que derivó en expresiones casi perversas como el programa "678" durante el kirchnerismo, que era una suerte de trinchera para los K y un castigo a la oposición (o a "la opo", como ellos la denominaban). Hoy los medios afines al kirchnerismo se ha reducido considerablemente, en parte porque la mayoría de ellos se sostenía gracias a la generosa pauta oficial. Radio Nacional también fue tomada como un bastión del cual hacer "periodismo militante", algo que a mi modo de ver no existe, porque si sos militante no podés ser periodista. Se puede defender una idea, con argumentos, pero sin caer en el fundamentalismo. Hay buena parte de la sociedad que no se siente representada por ningún sector del espectro político, y esa franja optará por el "mal menor" en estas elecciones. Como me dijo una amiga sobre el famoso balotaje entre Macri y Scioli: "era elegir entre el espanto y el terror".
Llegará un momento que a los ciudadanos se les acabará la paciencia que tanto reclama la clase política, y ello puede derivar en un estallido social o bien en un retiro anticipado de las actuales autoridades. No quiero ser apocalíptico, quizás nada de ello suceda y lleguemos a 2019 en un estado de relativa calma. Creo que en el imaginario colectivo pesan más los 12 años de kirchnerismo que los desaciertos e incoherencias del actual Gobierno. Sólo el tiempo (y la "paciencia") lo dirá. Sería histórico que un presidente no peronista concluya su mandato desde 1983 a la fecha. Punto final.
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