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10 de septiembre de 2017
Crónica de Buenos Aires, 8 años después.
El sábado por la tarde, con más entusiasmo que convicción, viajé a Buenos Aires, cosa que no creo que vuelva a hacer en el mediano plazo por los costos que implica. Pero necesitaba reencontrarme con esa ciudad que no visitaba hacía 8 años. Como podrán comprobar, mis objetivos son modestos: nada de viajar a Europa, apenas unas horas en la Capital Argentina. No la encontré muy distinta que la última vez, aunque sí vi más miseria, inclusive en el Centro, con gente que te pedía plata a cada rato, una carpa montada en la Plaza de los Dos Congresos sobre el confilcto con Pepsico, similar a la carpa docente, personas durmiendo a las 16 hs en la vereda, en un colchón que dejaba mucho que desear, y quién sabe por qué el Gobierno de la Ciudad no hace un relevamiento serio sobre la gente en situación de calle.
Sigue siendo un placer recorrer la calle Corrientes, pero todo es mucho más caro que Lobos, cualquier cosa que consumas en un bar de medio pelo, a menos que te vayas a la zona de Once. Buenos Aires está sobrevalorada, más allá de todo lo que conocemos de su vasta oferta cultural y de su arquitectura, no aporta mucho más. De más está decir que resulta interesante para salir un poco de Lobos y mirar más allá de nuestra modesta percepción de la realidad, pero insisto que fui con escaso tiempo, estuve dos horas, de manera que sería injusto desmerecer todo aquello que me quedó por ver, precisamente en virtud a lo que acabo de mencionar. Es obvio que al porteño medio, con el transporte público, alquiler y demás gastos, no le va a alcanzar con 14.000 pesos por mes, una cifra con la cual (se te ajustás un poco), en Lobos podés vivir. Pude conseguir algunos discos que me interesaban a muy buen precio y comprar ropa de calidad, a un valor más accesible que en Lobos, no mucho más que eso. Y como había olvidado llevar la SUBE, se me encarecía tomar un taxi e ir a lugares que me hubiera gustado visitar. Hace muchísimos años que no tomo un taxi, y desde Corrientes hasta el Alto Palermo, por ejemplo, hay una distancia de 30 cuadras. Fue una linda experiencia, dentro de mi limitado presupuesto, para reecontrarme con un pasado lejano, cuando yo estudiaba y vivía allí, me manejaba con más comodidad, en pleno menemismo, y es evidente que las cosas han cambiado. Con sus pro y sus contra. En el imaginario colectivo, Buenos Aires se reduce a un puñado de íconos y estereotipos, pero es mucho más que eso.
No sólo para los porteños, sino para el resto del país, como consecuencia del "relato", del "modelo", y de una desidia por el mobiliario urbano, con bellas esculturas que supe conocer y admirar y hoy lucen mutiladas o con el perímetro enrejado para evitar vándalos. Punto final.
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