Hola, amigos, me reencuentro con ustedes en este espacio, cerrando una semana bastante ajetreada en términos de información, aunque por supuesto el sábado y el domingo hay que continuar trabajando. Por lo general, los fines de semana hay más actividades culturales y de esparcimiento, pero no siempre concitan el interés de los lectores. No sé bien a qué atribuirlo, pero salvo algún acontecimiento excepcional, las exposiciones de arte o las obras de teatro tienen más repercusión entre el público que va a verlas, que entre los lectores de la crónica que uno escribe. Es que son eventos que se disfrutan plenamente con el momento de presenciarlos, resulta difícil describir con una nota periodística lo que significa admirar un cuadro, un espectáculo musical, o lo que fuere.
Yendo a la arena política, podríamos decir que tras la convulsionada sesión en el Concejo, tendríamos que darnos cuenta aquello que está en juego, y los intereses sectoriales que se persiguen buscando sacar rédito de un legítimo reclamo. Los aumentos de tarifas nos agobian, y hay que apagar las luces de la casa a cada rato para ahorrar lo poco que se pueda, instalar artefactos de bajo consumo, todas cosas a las cuales no estábamos acostumbrados, porque no es un derroche tener encendida una luz, sí lo es tener el televisor todo el día al pedo cuando nadie está mirando. Forzosamente debemos replantearnos nuestros gastos, de la manera que podamos.
Y con el gas, es aún más difícil cuando el invierno comience a apretar, porque las bajas temperaturas requieren calefacción. Cualquier cocina doméstica gasta lo mínimo que insume hacer un plato de sopa, y entonces nos preguntamos: ¿cómo hacer? ¿Debemos comprarnos una salamandra de hierro y echarle leña para calentarnos, si es que resulta más barato que el gas? Son dilema de la economía cotidiana. Este Gobierno está decidido a eliminar los subsidios pagando cualquier costo político, el cual puede ser alto, porque se avecinan las elecciones y el humor popular ha comenzado a mutar cuando nos tocan el bolsillo. Siempre ha sido así: toleramos la corrupción, pero no que se metan con nuestro dinero. Por eso fue que Menem, con la famosa "estabilidad" e inflación cero, gobernó casi diez años consecutivos, pese a que los escándalos por corrupción y coimas estaban a la orden del día. Punto final.
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