Martes por la noche en Lobos. "Es difícil emprender un proyecto nuevo cuando tenés muchas variables en contra". En eso pensaba hoy cuando me di cuenta de la verdadera motivación que tienen las cosas que -con el tiempo- son reconocidas. La frase daba vueltas por mi cabeza durante un largo rato. Luchar contra la apatía y el desinterés generalizado representa un desafío muy fuerte. Y esas sensaciones se contagian, porque uno también tiende a volverse apático o indiferente ante ciertas situaciones, casi sin darse cuenta. La mirada interior, por su parte, nos dice que uno tiene que lidiar con sus propias limitaciones, como si todo lo expuesto fuera poco. El resultado suele ser la decepción, el desencanto y la pérdida del entusiasmo, lo cual trae aparejado el abandono del proyecto o idea que habíamos esbozado tímidamente. Por eso insisto hasta el hartazgo en no claudicar. Si nos dejamos ganar por la derrota (juego de palabras), sucederá lo que mencioné antes. Es entonces cuando las personas perdemos la capacidad de reaccionar, somos conscientes de lo que está pasando pero no podemos generar los anticuerpos adecuados para seguir.
Pero hay algo más fuerte que todo eso: la necesidad de trascender, de un modo no narcisista sino estrictamente existencial (honrar la vida), nos impulsa a doblegar nuestra intrínseca mediocridad para elaborar textos, trazar líneas, modelar figuras, y trasformar en arte nuestros sentimientos y emociones más recónditas.
Quizás por eso, admiro a los que siguen adelante con los objetivos o las metas que se trazaron, a pesar de las adversidades. Esto no implica que esté mal cambiar de dirección o hacer un golpe de timón de vez en cuando. El asunto es cómo logramos que algo que es puesto a consideración del público sea tenido en cuenta y, a su vez, sea rentable para poder sostenerlo económicamente. La información también es un negocio y -en algunos casos- una industria. Punto final.
Pero hay algo más fuerte que todo eso: la necesidad de trascender, de un modo no narcisista sino estrictamente existencial (honrar la vida), nos impulsa a doblegar nuestra intrínseca mediocridad para elaborar textos, trazar líneas, modelar figuras, y trasformar en arte nuestros sentimientos y emociones más recónditas.
Quizás por eso, admiro a los que siguen adelante con los objetivos o las metas que se trazaron, a pesar de las adversidades. Esto no implica que esté mal cambiar de dirección o hacer un golpe de timón de vez en cuando. El asunto es cómo logramos que algo que es puesto a consideración del público sea tenido en cuenta y, a su vez, sea rentable para poder sostenerlo económicamente. La información también es un negocio y -en algunos casos- una industria. Punto final.