6 de abril de 2018

Declaración de principios para un día lluvioso (parte 4)

Viernes lluvioso en Lobos, y todo parece indicar que seguirá así en los días sucesivos. La verdad es que a todos nos ha sucedido alguna -o varias veces-, el hecho de pensar que la realidad nos supera. Esa cruda realidad que nos impide mejorar y progresar. Cada vez que me ocurre algo semejante, me repito a mí mismo: "No hay que claudicar". Suena sencillo decirlo o pensarlo, pero es en lo cotidiano donde demostrás tu fuerza interior. Tratar de sacar lo mejor de vos, en el laburo, en el trato con tu familia y tus amigos. Porque como mencioné en otra nota, el resto de la humanidad no tiene la culpa de tus problemas. Pero a su vez, tampoco tiene mérito alguno por tus logros. El mérito es tuyo, y de nadie más. 

Más que ser responsable en un determinado ámbito, hay que ser responsable de todos lo actos que uno haga en público, y hacerse cargo de ellos. A los de mi generación, podría decirles que nuestros padres no van a estar toda la vida (por obvio que resulte afirmarlo), de manera que llega el momento de despegar, de dar el salto, aún con circunstancias adversas. 

Por supuesto que existen miles de obstáculos y condicionamientos, y que si fuera tan fácil, todos seríamos prósperos empresarios o exitosos profesionales. La vida es injusta por naturaleza, pero en algún momento te da revancha. Exceptuando aquellas víctimas inocentes de secuestros, asesinatos, violaciones,  torturas o vejámenes. Esas personas quedarán marcadas para siempre, y ya la vida no será igual. Hay un punto de quiebre. Por eso hay que valorar la salud pública, y los terapeutas que atienden a quienes atravesaron episodios terriblemente traumáticos. Nadie está exento de sufrir un mazazo emocional. Y hay que indagar, con la ayuda de ese psicólogo, hasta encontrarse a uno mismo y ver dónde comenzó la crisis (si es que aún no terminó). Del quebranto económico es complicado salir, pero del quebranto emocional, cuando no podemos decodificar lo que nos está pasando, es más angustiante aún. 

Como yo no soy profesional de la salud ni pretendo dar soluciones mágicas a nadie, sólo puedo reiterar, que en las cosas sencillas, en aquellos momentos que ni siquiera reparás a diario que están sucediendo, nos podemos sentir mejor. Un plato de sopa humeante en un día de invierno. Unos mates bien cebados. Una taza de café. Un libro de Cortázar. Un documental copado que pasen por televisión. La trasnoche de la radio. Y podría seguir enumerando situaciones que se me vienen a la mente. Como dice la célebre frase, "Los muertos que vos matáis gozan de buena salud". Punto final. 

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...