A menudo, nuestra conexión o contacto con los objetos es confusa. La mayoría de la gente tiene predilección por el celular y lo cuida con vidrios templados, fundas y una infinita gama de accesorios. Yo, por supuesto, también tengo uno, pero el aparato cumple su función y ya es suficiente para mí. No estoy las 24 horas pendiente del último mensaje, video o foto que me enviaron. En parte esa escasa dependencia se debe a que no tengo abono con Internet, entonces sólo me conecto en mi casa o en lugares con Wi-Fi. Pero fíjense que nadie tiene ese nivel de fetichismo con un libro, con un disco, con algo tangible, que se pueda tocar. Por ejemplo, hace años que se viene presagiando la "muerte" de los diarios impresos (el último pronóstico es que en 10 años desaparecerán), y sin embargo hay un público que aceptar pagar para tener la información en papel.
Otro caso es el disco. Un disco fue creado por el artista y el productor, y el criterio de selección y orden de las canciones fue pensado por ambos según distintas variables. Si es un álbum conceptual (como los de Pink Floyd), o una ópera rock, tiene un principio y un cierre bien marcados. Ahora, si vos metés 300 canciones en el celular y hacés una ensalada con las canciones que te gustan, eso se pierde. No es que esté bien ni mal. No es que le vaya a cambiar la vida a nadie, pero se pierde el sentido de la obra. Un libro de tapa dura no es lo mismo que un libro "de bolsillo". En lo personal, prefiero estos últimos porque son más cómodos para leer en la cama. Para resumir, lo que pretendo expresar es que no todo da lo mismo, que forzosamente deberemos acostumbrarnos a un cambio de paradigmas donde todo va a estar en Internet, donde no se enviarán más cartas postales, donde las cosas perderán actualidad e interés cada vez más rápido. Y allí también entra a jugar la ambición propia del ser humano: el tipo tiene un lindo auto, cuidado, con buena mecánica. Pero no le basta, salió otro modelo que tiene alguna boludez nueva y quiere ése. Como yo no sé manejar ni creo que vaya a aprender, no me interesan demasiado esas cuestiones. Ando a pata o si es muy lejos, en remís.
Pero quizás, lo más importante, es el efímero encanto de la novedad, con qué rapidez compramos algo y nos arrepentimos o decepcionamos. Es parte de la lógica del capitalismo. Si las cosas duraran 30 años, no habría a quién venderle productos nuevos. Nunca pensé que un televisor pudiera ser plano y con pocos centímetros de espesor, y sin embargo hoy eso es real. Un celular que detecta tu huella digital y se enciende, me da escalofríos de sólo pensarlo, y también es real. Lo más paradójico de todo esto, es que la gran mayoría de los argentinos vive sumida en la pobreza y en luchar por sobrevivir, por lo cual es muy probable que esa ambición que mencioné hace que te maten o te caguen a palos para robarte un celular o una computadora. Confío que en algún momento se terminará esta locura, y empezaremos a pensar en lo prioritario: enseñar y aprender, adquirir conocimientos. Punto final.
Blog de Lobos, ARG, desde hace 18 años en la Web.
28 de abril de 2017
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