24 de abril de 2017

No somos los mismos de siempre

Domingo por la noche en la ciudad. Muchas caras nuevas en la calle, lo cual es fácil de advertir en un pueblo chico. Debo reconocer que los deportes nunca me entusiasmaron, aunque tampoco recibí mucha motivación en las clases de Educación Física de la Secundaria. Siempre quedaba relegado cuando se formaban los equipos de fútbol o voley. Pero no culpo a los profesores que tuve, tenían su modo de enseñar, y creo que ahí sí, en ese sentido, se avanzó muchísimo en materia de inclusión en las escuelas.

Párrafo aparte, tampoco me interesa cubrir un partido de la liga local, por ejemplo. Hay ocasiones excepcionales donde todos estamos pendientes, como el Mundial, la Copa América, y esos torneos importantes. Soy hincha de Boca de toda la vida, y cuando el campeonato era menos confuso que ahora, cuando todavía quedaban jugadores de jerarquía y no eran rápidamente vendidos a Europa para que siguieran su carrera allá, me enganchaba a ver los resúmenes de Fútbol de Primera o escuchaba los partidos por la radio.

Con el tiempo, van cambiando los intereses y las prioridades de cada uno de nosotros. No somos los mismos, pero la sociedad tampoco es la misma que supimos conocer. Los usos y costumbres, las formas de comunicarse, cambiaron. Muchas veces sin que siquiera nos demos cuenta. A veces es un proceso que se va dando paulatinamente, y en otros casos, la vida nos da un vuelco, un cimbronazo, y nos interpela a mirar hacia atrás de un modo diferente. Podemos ser víctimas y victimarios a la vez. Un día cualquiera nos sentimos con fuerzas para llevarnos al mundo por delante, y a pocas horas podemos sentirnos una piltrafa. Es desgastante el ritmo de vida actual, nos autoexigimos demasiado, pretendiendo dar más de lo que podemos. Es mucho más saludable y sincero ser conscientes de nuestras limitaciones, sin que ello te quite el deseo de superarte. Saber que hay algo que nos cuesta demasiado hacer, es un estímulo para intentar hacerlo, pero sin presionarnos al punto de dejar que los demás decidan por nosotros. El que no cambia, no evoluciona: aquel que se vanagloria de ser "el mismo de siempre", no comprende que en determinados aspectos es imposible sostener esa postura. A menudo cuesta aceptarlo, dar vuelta de página y mirar hacia adelante. Pero es lo único que nos queda. Punto final. 

Crónica de una sociedad en ataque de nervios

Comenzamos la semana. Ayer saltó la térmica y media casa permaneció a oscuras mientras intentaba escribir estas líneas. Así que tuve que int...