Los periodistas no somos Jueces ni Fiscales. No podemos
condenar a alguien por una acción determinada, y menos aún podemos hacerlo
cayendo tan bajo en el chusmerío barato y esa falsa moral que todavía persiste
en las pequeñas urbes como la nuestra. La comunidad a menudo exige a los
periodistas de Lobos que investiguen esto o lo otro, pero no percibe el hecho
de que toda investigación debe hacerse recogiendo pruebas sobre el hecho que se
desea denunciar. Siempre me viene a la mente la frase del fallecido Antonio
Cafiero: “tengo sospechas, no certezas”. Se refería a los presuntos sobornos en
el Senado, allá por el año 2000. Los periodistas tratamos de guardar el secreto
profesional, lo cual significa no revelar la fuente de información que nos
otorga un dato clave para empezar a tener algo de sustento en lo que se
pretende comunicar, sea en una nota editorial, en una crónica, o en una columna
de opinión. La psicología del rumor, como he escrito en textos anteriores,
funciona en los pueblos chicos y ese rumor se expande rápidamente como una bola
de nieve, sin que el aludido por el mismo pueda hacer nada para evitarlo.
En la Argentina, este oficio ha sido bastardeado por los
mercenarios de siempre, por los que compran voluntades, por los amigos del
poder. No en vano el periodismo es considerado “el cuarto poder”, en virtud de
la influencia que tiene para torcer el rumbo de los acontecimientos. Pero ese
poder que le es conferido al periodista honesto, debe ser ejercido con
responsabilidad, y no con el ánimo de “hacer lobby” para un determinado sector
o montar una operación de prensa. Las operaciones de prensa, a gran escala, no
son gratis: se financian con dinero sucio, que proviene de partidos políticos o
de sindicatos escindidos. Por todo lo expuesto, ratificamos nuestro compromiso
indeclinable en la búsqueda de la verdad, dejando de lado todo tipo de
comentarios maliciosos, porque estamos convencidos de que vamos por el camino
correcto.
Desde luego, yo estoy abierto a todo tipo de sugerencias y consejos,
pero siempre que sea en el marco del respeto y no desde el vulgar anonimato en
que se cobijan los cobardes. Nuestra lucha no es con nuestros colegas, a
quienes apreciamos. Es con nosotros mismos, para mejorar cada día y ofrecer un
producto periodístico de calidad. Punto final.