Otro aspecto que llama la atención es cómo la Justicia a veces considera como prueba de la comisión de un delito a una "cámara oculta". Es decir, grabar al entrevistado si que éste lo sepa. Generalmente, cuando se difunde este tipo de material, es más la presión social la que termina haciendo que un determinado funcionario renuncie y que un juez lo llame a declarar, más que aquello que aparece grabado. Así fue que se hicieron populares programas como "Telenoche Investiga", que si no tuvieran la tecnología actual, no podrían existir. Volveríamos a la psicología del rumor: "me dijeron que Fulano de Tal habría recibido coimas", por citar un caso. En rigor de verdad, cuantos más documentos que prueben un hecho ilícito consigas reunir, más material tenés para investigar.
Internet y las redes sociales cambiaron radicalmente el modo de comunicar, inclusive para los propios políticos. Necesitan un asesor de prensa e imagen, alguien que les "marque agenda", que cubra todo aquello que le pueda otorgar un rédito en su relación con el electorado. Al estar todo tan pautado, es difícil "salir del corset". Los grandes medios hoy se nutren de los "tuits" de los funcionarios, del mismo modo que los hacen con la farándula local, llevándolo al punto del ridículo. Hasta Donald Trump hizo de Twitter un bastión clave de su campaña en EE. UU. Así como el kirchnerismo encontró entre sus enemigos al Grupo Clarín, Trump está enfrentado con el diario más prestigioso de EE. UU. , The New York Times. Lo que ocurre es que allá la investidura presidencial tiene otro peso, está visto de otra manera, y al norteamericano promedio poco le importa la política exterior, excepto cuando Trump hizo del muro contra México casi un slogan de campaña, una cruzada contra quienes les quitaban el trabajo a los yanquis y una férrea defensa del "compre local".
Lo que tienen en común Macri y Trump, es que ambos son empresarios, vienen del familias que tuvieron una posición dominante en sus respectivos países, y que se convirtieron en figuras públicas por fuera de las estructuras tradicionales de la política.
Internet y las redes sociales cambiaron radicalmente el modo de comunicar, inclusive para los propios políticos. Necesitan un asesor de prensa e imagen, alguien que les "marque agenda", que cubra todo aquello que le pueda otorgar un rédito en su relación con el electorado. Al estar todo tan pautado, es difícil "salir del corset". Los grandes medios hoy se nutren de los "tuits" de los funcionarios, del mismo modo que los hacen con la farándula local, llevándolo al punto del ridículo. Hasta Donald Trump hizo de Twitter un bastión clave de su campaña en EE. UU. Así como el kirchnerismo encontró entre sus enemigos al Grupo Clarín, Trump está enfrentado con el diario más prestigioso de EE. UU. , The New York Times. Lo que ocurre es que allá la investidura presidencial tiene otro peso, está visto de otra manera, y al norteamericano promedio poco le importa la política exterior, excepto cuando Trump hizo del muro contra México casi un slogan de campaña, una cruzada contra quienes les quitaban el trabajo a los yanquis y una férrea defensa del "compre local".
Lo que tienen en común Macri y Trump, es que ambos son empresarios, vienen del familias que tuvieron una posición dominante en sus respectivos países, y que se convirtieron en figuras públicas por fuera de las estructuras tradicionales de la política.
Claro está que, al momento de asumir y tener que gobernar, todo es más ortodoxo y se acaban entonces los discursos altisonantes y deliberadamente mesiánicos. No queda otra alternativa que "poner primera" y arranca, para eso te votaron. Las decisiones se siguen tomando en un escritorio, no en Facebook, y repercuten en millones de ciudadanos. Todo lo demás viene después. Punto final.