8 de agosto de 2020

Arriesgarse en una crisis es aprender a vivir

Noche de sábado/domingo en la ciudad. No se escucha bullicio en las calles, tampoco el rumor de los motores de autos y motos con ese prodigio del "escape libre". Podría ser cualquier otro día de la semana y ni nos daríamos cuenta, dadas las circunstancias.
Una cosa es quejarse, y otra es reclamar. Una cosa es resignarse, y otra indignarse. Todas estas reacciones aparecen con mayor frecuencia en tiempos de crisis. El ser humano, que creyó haber controlado todo, se vuelve insignificante e incapaz ante un virus que lo obliga a adoptar usos y costumbres que nos eran totalmente impensados. El COVID es bastante igualitario: no hace distinción de raza, sexo, o religión. Cualquiera puede contraerlo con relativa facilidad. 

Debo admitir que muchas veces me he quejado por hechos que no lo ameritaban, pero del mismo modo, lo que yo noto ahora es que nos lamentamos ante aquello que no está a nuestro alcance resolver, y los líderes mundiales parecen tan desconcertados como nosotros. Por lo tanto, poco podemos esperar de ellos en un corto plazo. Se habla de drogas y vacunas, pero hasta ahora no he leído que ninguna de ellas vaya a estar disponible para uso masivo en breve, y más aún, que esté garantizada su eficacia para todo tipo de cuadros clínicos. Otra cosa que me harta bastante es que la gente me pregunte "quiénes son" los nuevos pacientes contagiados en Lobos, como si yo tuviera acceso a esa información. Yo recibo el comunicado diario, en el cual no se revela la identidad. Y aunque sí se hiciera, yo no compartiría datos personales de nadie porque empezaría a generarse una paranoia entre quienes tuvieron contacto con la paciente infectado. Además, se aísla a todos quienes tuvieron contacto estrecho, no al kiosquero de la esquina que te vendió cigarrillos. 

Se dice que el COVID es un virus "fabricado" en un laboratorio militar de China (así lo afirmó una científica que se exilió en EE. UU.) , pero así fuera no se explica cómo los propios chinos se contagiaron, con cientos de miles de víctimas fatales. En cierta forma, y pese a que no queramos reconocerlo, 2020 ya está perdido. Tanto los diarios como los noticieros muestran lo peor de la sociedad, y si son hechos reales es legítimo que lo hagan, pero ¿acaso nunca sucede nada bueno o ponderable en este país? Gente que hace grandes esfuerzos para estudiar a distancia y trabajar a la vez, personas de mediana edad que bien podrían estar sentados en el sofá y todavía tienen las ganas y la voluntad de acceder a un título, de superarse. Por otra parte, también abundan los emprendedores, gente que tuvo un proyecto y lo pudo hacer exitoso porque le encontró la vuelta a la pandemia confeccionando barbijos, vendiendo comidas por delivery o haciendo cadetería. Creo que la mejor manera de que la queja no se convierta en un mantra, es darnos cuenta de cambiar el "chip" ante las boludeces que debemos soportar a diario. No es fácil para mí, se los aseguro, sobre todo cuando los problemas se acumulan como las piezas del Tetris y tenés el agua al cuello. 

Hay que hacerse cargo y afrontarlo, porque el resto de la sociedad no tiene la culpa de que a mí me moleste tal o cual cosa. Por supuesto, hay reglas elementales de convivencia, y cuando se transgrede ese límite, ya estamos hablando de otra cuestión, porque alguien está vulnerando nuestros derechos como ciudadanos. No nos queda otra alternativa (pacífica) que recurrir a este librito llamado Constitución que nos garantiza el derecho de "peticionar ante las autoridades", so pretexto de caer en saco roto. Punto final.

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