Miércoles por la mañana en la ciudad. Estamos viviendo un fenómeno completamente inusual: 26 grados de temperatura en pleno invierno. Hoy, en circunstancias normales, se hubiera prestado para salir a dar un paseo, meternos en una pileta climatizada como la que posee el Club Rivadavia, sentarnos a la mesa de un bar a tomar una cerveza, en fin...el lector podrá añadir otras opciones. Lo concreto es que la mayoría de esas cosas no son posibles hoy por hoy, o están restringidas. Pese a todo, y a que la humedad empieza a notarse como un insecto pegajoso, trato de sacarle el mayor provecho al día. Ayer retomé el gimnasio luego de casi dos años sin frecuentar ese tipo de reductos y con todas las medidas de precaución que la situación requiere. El tiempo dirá si tengo constancia para continuar, por lo pronto las clases son más breves y hay que reservar turno, además de respetar una serie de protocolos que son propios del contacto físico en tiempos de COVID. Por otra parte, estoy llevando un mayor control de mis ingresos y gastos, teniendo en cuenta que la plata que me entra al bolsillo no es la misma de principios de año. No voy a descubrir nada nuevo con esto, a la mayoría nos sucede lo mismo. Pero hoy me siento optimista como para pensar que hay que seguir aguantando lo que venga sin hacer de ello un eterno lamento.
Las fronteras del tiempo se desdibujan. Por eso es frecuente que no sepamos qué fecha es hoy, o que las celebraciones patrias o religiosas pasen completamente desapercibidas. La desmemoria post-cuarentena hace esos estragos.
Si yo tuviera una familia a cargo, o hijos pequeños, seguramente estaría mucho más preocupado, y con sobrados motivos. Pero eso aún no ha ocurrido, y no creo que pase en el corto plazo. Me imagino que debe ser difícil tener a los chicos recluidos en la casa, en especial aquellos que estaban acostumbrados a jugar al fútbol o a hacer deporte en algún club. Hay otros que se enganchan con "la Play" y pueden pasar horas casi sin darse cuenta, algo que no sé si está bueno, porque tampoco es cuestión de que tu hijo esté tres o cuatro horas con los jueguitos como si le dieras un chupete. Ya casi nadie ve televisión, por lo menos los adolescentes y jóvenes no le dan bola, y a decir verdad yo también perdí todo interés, enciendo el aparato a la noche unos 15 minutos, hago un poco de zapping para interiorizarme de las noticias, pero nada más. Es probable que el tema del día sean los atentados en Beirut, y que mañana ya nadie se acuerde del asunto y volvamos a cuestiones más domésticas.
Los intereses de las empresas periodísticas de gran envergadura son meramente económicos, y si en un programa hacen "lobby" por un determinado espacio político, es porque buscan una compensación. Nada es gratis. Nunca fui muy afecto a hablar de corporaciones o medios hegemónicos (no me gusta esa terminología), pero no se puede negar que concentran una cuota de poder que les permite influir en la opinión pública. El hecho de ser periodista me ayuda o me permite detectar con más facilidad que otros los intentos de manipulación que puede tener TN, por ejemplo. Reitero, es un ejemplo, hay más medios de la vereda de enfrente como C5N que operan de otra manera. En lo personal, no me gusta que me den todo masticado o que quieran influir en mi forma de pensar. Lo que pasa es que, aunque no digas abiertamente un hecho falso o que nunca ocurrió, tergiversar también es una forma distorsionar la realidad, y es algo bastante burdo. Sobre todo cuando estamos viviendo un momento muy particular donde el periodismo ha adquirido una relevancia que nunca tuvo como canal de comunicación. Pero aunque no no comulgue demasiado con TN o el medio que fuere, por encima de todo ello está la libertad de expresión. Que hablen y digan lo que quieran, yo sé dónde buscar información confiable. Y los lectores o televidentes deberán hacer la misma tarea. Hagamos el intento, no es tan difícil. Hay millones de diarios digitales (además del que tengo yo) que ejercen la labor de informar con la responsabilidad y el rigor que ello requiere. Sólo hace falta salir un poco del rebaño y empezar a interpretar lo que leemos, vemos o escuchamos. Punto final.
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