16 de agosto de 2020

Declaración de principios versión 2020


Fin de semana largo en la ciudad. Sé que mucha gente tiene una posición tomada a nivel ideológico sobre determinadas cuestiones, y no me interesa en absoluto que cambien de parecer, o convencerlas de lo contrario. No puedo perder tiempo en discusiones que no conducen a ningún lado, lo que sí me molesta es que, a la inversa, pretendan cambiar mi forma de pensar. Puedo aceptar consejos de amigos y o de mi familia, no de cualquier persona que persigue otro fin para lograr persuadirme.

Me informo de lo que sucede a través de medios que considero confiables, ya sea desde el celular o la computadora. No creo que vuelva a comprar un diario en papel. Trato de dirigir mi atención hacia la literatura, y asumo el desafío de leer libros complejos o que no son fáciles de digerir. La vida va colocando a cada uno en su lugar, me refiero a que es normal que aquello que hacías hace 10 años ya carezca de todo interés y ahora tengas otras afinidades. Me preocupo en cuidar mi salud, en verme bien para sentirme mejor yo, no para el elogio de terceros. No quiero que los achaques de la edad empiecen a aparecer antes de la vejez, si es que llego a esa etapa.

Mantengo una forma de vivir sencilla, sin lujos ni vanidades, y aun si tuviera más plata eso no me cambiaría. De hecho, hubo un tiempo  que supe ganar bastante bien y pese a ello continué actuando de la misma manera. Quizás viajaría más, es un tema pendiente, cuando se levante todo esto. 

Le doy al celular la importancia que considero necesaria, que es básicamente para estar comunicado, no estoy todo el tiempo con la pantallita en las redes sociales. Sin embargo, en este contexto, la conectividad no deja de jugar un rol preponderante. Ya no se puede visitar a los amigos como antes, o celebrar un cumpleaños a todo trapo. No hay lugar para ningún tipo de reuniones presenciales. 

Me he vuelto más abierto a otras opiniones. Hay momentos cruciales en los cuales eso te puede ayudar mucho. No soy el dueño de la verdad, nadie lo es. Hay fenómenos que la ciencia no puede explicar, pero las religiones tampoco. Cuando algo no me “cierra”, pienso que es parte de nuestra naturaleza humana el hecho de vivir ante cosas que carecen de explicación.
Pienso que esta pandemia sirve para replantearse aquello que consideramos realmente importante, y es otorgar un orden de prioridad distinto a lo que veníamos haciendo. Ese sería el principal aprendizaje.

Cuando se habla de “ser auténtico”, yo lo tomo como una manera de ser fiel a vos mismo, así lo he entendido siempre. Aunque sé que a veces nos traicionamos casi sin darnos cuenta. Vamos cediendo terreno y un día cualquiera, ves cómo te cargaste encima un montón de prejuicios o posturas extremista que en realidad no te pertenecen. Otro te fue pasando toda esa bosta, la famosa gente tóxica. Estar media hora tomando mate con ellos es terrible, sólo siembran odio y rencor. Pero uno elige de quién rodearse, y si hay compañeros de trabajo, de oficina o de lo que fuere que son detestables, hay que procurar pasar el menor tiempo posible con ellos.

Recuerdo la vieja sentencia que repetían mis abuelos: "este país no cambia más". Es algo que se va haciendo carne con dolorosa convicción. ¿Tendré que cederles la posta a mis futuros hijos, y demostrarles que nuestra generación también fracasó y que no pudo, o no quiso, cambiar este sistema corrupto e ineficiente? ¿Con qué con qué argumentos les vamos a explicar que les dejamos un país al borde de la fragmentación social, con fuerzas de choque, legisladores inoperantes, saqueadores, coimeros, asesinos a sueldo y estafadores de la peor calaña? ¿Desde cuándo los intelectuales o pensadores de medio pelo se definen como “anticuarentena” y asumen el rol de defensores de la República?

¿Es que nadie se da cuenta, o a nadie le importa, que en la Argentina se vive de prestado y que el "sálvese quien pueda" sigue más vigente que nunca"? El que busca “salvarse”, se caga en el resto, pese a que quiera disfrazar ese anhelo individual bajo una causa colectiva. No es así.

En estos años de democracia no hemos demasiado. Llevamos casi 37 años de democracia y no hemos sido capaces de aprender la lección, de darnos cuenta de que el enfrentamiento y la maldita grieta nos condujo a la página más negra de la historia argentina. Las cartas están echadas y en definitiva no somos más que un engranaje de la máquina de "Argentina S.A", que podría ser una empresa que se declaró en cesación de pagos en 2001 y que ahora cree ingenuamente que por haber zafado de un nuevo default ya estamos en camino a la normalidad. Por supuesto, dejando de lado la situación sanitaria, que podría haberle tocado en suerte a cualquier gobierno. Como diría un amigo, "esta película ya la vimos". Punto final. 

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