13 de junio de 2022

Aprendé a vivir con lo que te toca y no culpes a los jóvenes

Desde que tengo uso de razón, aquellos que hicieron poco y nada por contribuir a mejorar el país, hacen alusión a “las nuevas generaciones”. Es decir, que nos transmiten esa pesada carga que frustraciones colectivas que ello no pudieron (o no quisieron) paliar. Como dije al comienzo, esto no es de ahora, por lo tanto, esas generaciones a las que aluden en esos discursos grandilocuentes van pasado, y tenemos la amarga certeza de que todo sigue igual. La única solución, y que tiene un costo político que nadie quiere asumir, es hacer cirugía mayor sin anestesia. Dicho de otra manera, cortar con la joda en todos los niveles. Claro que, en ese escenario hipotético, quien lo haga deberá lidiar con sindicatos, gremios, piqueteros, otros parásitos que viven del Estado, y con los propios Diputados y Senadores, jueces federales y miembros de la Corte que no estarán dispuestos a resignar su generosa cuota de privilegios. 

¿Por qué los viejos ineptos depositan toda la responsabilidad de recuperar esa prosperidad perdida en los más jóvenes? Es sacarse el lazo de encima de la manera más canallesca que conozco. Como si te trajeran un reloj roto y te dijeran: "Miren, hicimos todo lo posible pero esto no funciona. Arréglenlo ustedes". Estoy harto de escuchar que los jóvenes son el futuro, que en ellos está la esperanza de una gran Nación, etc. Pero los que hoy son viejoso ancianos, ¿qué carajo hicieron? No voy a negar que algunos intentaron revertir todo lo que nos destruye día a día, pero, ¿Qué decir de quienes nos precedieron, de nuestros antecesores, dado que ninguno de ellos consiguió que la Argentina fuera un país desarrollado? Hago la salvedad de que me refiero a los ancianos que siempre se caracterizaron por saber un poco de todo, como si se creyeran con vocación para ser presidentes. Y por supuesto, los únicos que tienen un lugar de privilegio en la Historia, porque realmente forjaron un cambio hacia las conquistas sociales, son los próceres. ¿Hay próceres en el siglo XXI?. No lo sé.

Podemos debatir si ahora estamos mejor o peor que hace 10 años, pero yo estoy hablando a largo plazo. Los viejos se rascaban la bragueta, se dejaban llenar la cabeza por lo que declamaban Neustadt y Grondona en televisión, golpeaban las puertas de los cuarteles cuando el gobierno democrático y constitucional de turno no les complacía. Pero sobre todas las cosas, los viejos son nostálgicos. Sin embargo, como yo ya no soy un pibe de 15 años, a mí me pasa algo parecido. La clave es la siguiente:  Dosifiquemos esas alegorías, ese afán por evocar glorias pasados. Se lamentan por boludeces que se fueron perdiendo con el tiempo. Una cosa es extrañar cómo era Buenos Aires en la década del ‘60, con toda la bohemia, y otra cosa es ponerse melancólico porque estamos en la era digital, porque apareció el streaming, porque hay un uso sistemático del celular y supuestamente ya nadie escucha música de calidad, entre otras gansadas por el estilo. Insisto, hay que dejar pasar un tiempo prudencial para que la Historia haga su trabajo y esos hechos vayan decantando en la opinión pública. Por eso, no tiene mucho sentido, como intentaron imponer en su momento los K, hablar de década ganada o década perdida. Si te ponés a pensar, es mucho más interesante y enriquecedor reflexionar que todos estos años no han sido en vano, que algo hemos aprendido, que somos menos prejuicioso antes quienes tienen una condición sexual distinta a la nuestra. 

Quizás por todo lo expuesto, mientras pemanezcan con vida, que los viejos que hablan desde un atril se ocupen de hacer algo y que no le dejen "la pesada herencia recibida" a los más jóvenes. Nos estamos viendo pronto. Punto final.


 

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