Todos lo vivimos, y todos lo padecemos, por eso no es extraño se haya convertido en el tema excluyente de cualquier conversación: Una intensa ola de frío polar, que hasta ahora lleva alrededor de tres semanas. Hace por lo menos cinco años que no se registraba con esta magnitud, y digo esto no por haberlo leído en algún lado, sino porque todavía me queda algo de memoria de los años anteriores. Podría quedarme recluido en mi casa, pero no es la mejor opción si necesitás trabajar, y si además no querés convertirte en una persona obesa y sedentaria. Durante este período, dejé de ir al gimnasio, y creo que sólo retomaré cuando amaine la temperatura. Por otra parte, hace más de un mes que no llueve.
2022 se ha
caracterizado por una ola de calor en pleno enero, y por el fenómeno que
estamos mencionando ahora. Pero, por supuesto, el recuerdo que uno tiene de un
determinado año está asociado a acontecimientos o sucesos personales mucho más
significativos, es decir, a lo que pudimos conseguir en ese ciclo. Ya estamos transitando
el fin de la segunda quincena, la mitad del año, y nunca deja de sorprender lo
rápido y fugaz que pasa todo. Hoy por hoy, el frío es el tema de cualquier
noticiero, y otros que son más gravitantes o tienen más relevancia, como la
inflación, quedaron relegados. Se está hablando mucho de economía, eso sí, pero
más que nada, de la imposibilidad del Gobierno para ponerle un freno a un tren que
parece a punto de colisionar. Intento ser optimista, pero hay dos
puntos clave: En primer lugar, los medios masivos, como hacen casi siempre, te
muestran lo peor, excepto que sean oficialistas. Y el segundo punto, tiene que
ver con un factor emocional. Aunque tengas algo de guita de reserva no vas a
dejar de sentirte preocupado ante una posible devaluación que termine reduciendo
esa plata a unas monedas o a esos caramelos que el supermercado chino de da de
vuelto. Las monedas casi no existen, en los supermercados (como en Super Vea), siempre
redondean. Para arriba, obviamente. Ahora, pensá esto: Si hacen lo mismo con
todos los clientes, y todos los días, quedándose con 2 o 3 pesos que son tuyos,
en un mes hacen una diferencia considerable. No soy bueno para hacer cálculos,
pero si tiene esa mala práctica con todos, $ 500.000 seguro se llevan por
vueltos no otorgados. Todos sabemos que las monedas carecen por completo de
valor, pero eso no es excusa para que se las queden ellos cuando pasás por la
caja a pagar. Probablemente me estoy volviendo viejo y reniego por eso.
"Frío polar", lo definieron los medios y los meteorólogos inútiles. Ese frío que cuando salís a la calle te quema las manos y te hace doler la cabeza (en el mejor de los casos). No hay bufanda, campera, saco, ni abrigo alguno que lo resista. Tenemos una nefasta combinación de viento helado, cielo nublado, y por supuesto ello hace quienes no tengan que salir por algún motivo urgente nos encerremos en nuestras casas, donde por lo menos hay un techo y cuatro paredes para resguardarnos. Mientras tanto, estoy aprovechando esta coyuntura para rescatar del olvido libros y discos que en algunos casos compré por motivos vergonzosos (mero impulso, algún hit aislado, una novia que nos recomendó escuchar una determinada banda). Por lo general, los avatares climáticos me tienen sin cuidado, no suelo quejarme de ellos excepto cuando traen consigo pérdidas materiales o humanas, pero lo de los últimos días es algo pocas veces visto. Por supuesto, ante este tipo de situaciones uno toma conciencia de que tiene un hogar con calefacción, cuando hay personas que sobreviven con cuatro chapas y un brasero. Y son gente de Lobos, no viven en la estratósfera.
Está claro que nos cuesta ponernos en el lugar del otro, pero no
porque no seamos solidarios, sino porque estamos demasiado concentrados en lo
que nos pasa a nosotros. Lo que acabo de exponer no está ni bien ni mal,
simplemente es así. Hoy la mañana me recibió con un cielo despejado, aunque
bastaba abrir una rendija de la puerta para que se colaran los lengüetazos de una corriente de aire frío. Todo me hace suponer que deberé irme a dormir temprano con una bolsa de
agua caliente (casi todos los años compro una y al invierno siguiente no la
encuentro por ningún lado), pero en rigor de verdad, no me duermo de inmediato,
me quedo organizando cosas con algunos libros apilados en mi dormitorio y
tratando que mi cuerpo recupere la temperatura normal. Lo único que espero es
no enfermarme o no “apestarme”, como se decía antes, porque no sólo tendré que
gastar guita en remedios, sino que no podré trabajar, y nada me pone de peor
humor que tener que pasar por un tiempo indefinido sin poder salir, ya que las
noticias no golpean la puerta de tu casa. Nos estamos viendo pronto. Punto
final, y gracias por el aguante de siempre.
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